Esteban Mira: «En España hubo unos cuantos miles de esclavos indígenas»

El historiador, escritor y profesor, Esteban Mira Caballos (Carmona, 1966), ha publicado recientemente El descubrimiento de Europa. Indígenas y mestizos en el Viejo Mundo (Editorial Crítica), un ensayo donde descubre que la presencia de americanos en nuestra península era mucho más abundante de lo que se pensaba.

Texto: David VALIENTE

 

“El otro día publicaron una nota de prensa en otro medio y la titularon: España tuvo esclavos. Y a algunos les marcaban a hierro la cara. Mis compañeros me llamaron riéndose porque esa no es la noticia, lo verdaderamente importantes es que hubo un pequeño grupo de esclavos, que hasta 1542 llegaron a ser unos cuantos miles de esclavos indígenas. En Sevilla llegó a ver un 7% de población esclava y entre 0,63% y 0,67% la población era indígena. Esta es la noticia”, asegura el historiador en una entrevista telefónica.

Esteban Mira ha publicado otros libros sobre la conquista de América con éxito: Las Armadas del Imperio, Francisco Pizarro: una nueva visión de la conquista del Perú o Hernán Cortés: una biografía para el siglo XXI. Una faceta más desconocida de su vida laboral es la de profesor de bachillerato nocturno: “En clase apenas tengo tiempo de contar el descubrimiento y la conquista de América, pero como es mi especialización académica, pido a mis alumnos que ampliemos alguna hora más el tiempo que le dedicamos a este tema”. Comenta Esteban que este año lectivo lo hace con cambios sustanciales en los currículos educativos: “Solo daremos contemporánea y empezamos con el siglo XVIII español” Las exigencias de la selectividad ha provocado que nuestros jóvenes sigan cayendo en mitos bien estables, como que “la esclavitud solo fue cosa de los portugueses y los ingleses, y nuestro imperio no lo practicó”.

 

Deduzco que, primero, la corona y, después, el imperio, aupados por el humanismo, trataron de acabar con la esclavitud, pero que su voluntad chocó de frente contra los intereses y las ambiciones individuales.

Claro. Las bulas de Donación de 1493 concedieron a la Corona de Castilla parte de los territorios americanos y el derecho a evangelizar a su población. La Reina Isabel se tomó muy en serio esta última tarea, tanto es así que además los declaró vasallos de la corona. Los naturales no eran solo cristianos, también eran súbditos de la reina, dos condiciones que imposibilitaban defender una posición ideológica esclavista hacia ellos. De hecho, en 1500, ocho años después del descubrimiento, se produjo la primera supresión de la esclavitud y no será hasta 1542 cuando la abolieron de forma definitiva. En esos años hubo sinvergüenzas que se aprovecharan de las excepciones legales (los capturados en guerra justa eran susceptibles de caer en las garras de la esclavitud) para esclavizar a la población de las Américas. Por mucho que la corona introdujera leyes pioneras, influidas por la corriente humanista de la Escuela de Salamanca para terminar con la esclavitud indígena, aplicarlas en el nuevo continente era una tarea mucho más difícil. Se produjeron avances y retrocesos. En una ocasión la corona abolió la esclavitud también en guerra justa, pero dio marcha atrás porque Enriquillo se alzó en La Española contra la autoridad y nadie quería ir a sofocar la rebelión si no había un botín como recompensa, es decir, si no podían hacer prisioneros y esclavos. Sin embargo, en 1542 ya no se puede dar marcha atrás a la liberación de los indígenas, quienes empiezan a reclamar su libertad, contraponiéndose a los deseos de sus dueños que, tenemos que entenderlo dentro del contexto histórico, poseían una carta de compraventa ante un escribano y habían pagado el hierro real, cosas que implicaban una serie de tasa, aparte del coste del propio indígena. Vamos, que habían invertido un dinero importante. Suena muy duro, pero, recalco, todo esto debemos analizarlo desde el contexto de la época, en un momento en que la esclavitud era aceptada por todos, incluso por los indígenas.

 

Por eso a los esclavos les costaba tanto obtener su libertad.

Sí, les era muy complicado. El dueño, por la carta de compraventa y el hierro real, contaba con un respaldo jurídico que dificultaban los procesos. Tengamos en cuenta que los esclavos eran caros: hice una comparativa del valor de un indígena y resulta que su precio equivalía a comprar una casa mediana o a dos o tres fanegas de viña en la zona extremeña. Además, poseer esclavos era como tener dinero líquido en la bolsa, pues en cualquier momento se podía vender con facilidad. Tampoco debería extrañarnos que algunos portugueses hubieran engañado a los dueños de los indígenas diciéndoles que habían sido capturados fuera de los límites reales de la corona o el imperio. Suena duro, lo sé, Pero en la sociedad de la época moderna no se tenía la misma sensibilidad que ahora por la esclavitud, el infanticidio o los niños esposos.

 

El imperio tuvo difícil luchar contra la esclavitud de los naturales, entre otras cuestiones, porque su vecino portugués tardó más tiempo en abolirla…

En España se practicó la esclavitud; hubo barcos que arribaban en las costas del norte de África para recoger esclavos. Hace poco, publiqué un trabajo sobre uno de esos barquitos esclavistas que partió de Málaga y trajo un grupo grande de esclavos a Carmona. En España no estaba permitido esclavizar naturales, de todos modos entraron esclavos indígenas a través de Portugal, ya que en el país vecino no se abolió la esclavitud hasta 1758. Quien hacía bueno que ese indígena había sido capturado en territorio portugués, si se parecían bastante. Asimismo, el propio indígena tenía difícil demostrarlo porque muchos llegaban de niños y desconocían su lugar de procedencia o habían olvidado su lengua materna, y no se podía comprobar si habían sido esclavizados en suelo español. En España, desde 1542, en teoría, estaba prohibido vender esclavos indios, pero nos encontramos que la última venta se produjo en Zafra en el año 1643.

 

¿Cómo afrontó España este reto?

El Imperio siempre favoreció a los indígenas: les permitió reclamar su libertad en cualquier tipo de tribunal, ya fuera este ordinario, la Casa de la Contratación, las Chancillerías de Valladolid o Granada o el Consejo de Indias. Durante todo el siglo XVI se produjeron juicios donde los indígenas eran liberados si eran capaces de demostrar que su origen estaba en Nueva Hispania o los Andes. Gregorio López hace un listado con todos los naturales residentes en Sevilla, que luego fueron liberados. La institución demostró su voluntad férrea y pionera de luchar contra la esclavitud. De hecho, los indígenas no se sumaron a la pugna criolla por la independencia de los Estados americanos, pues la regulación legislativa imperial era favorable a su causa y les permitía su propio desarrollo personal, mientras que durante la creación de los Estados independientes se producen auténticas hecatombes con los naturales. No me gustan las comparaciones, pero mientras el Imperio español abolió la esclavitud en 1542, los portugueses no lo hicieron hasta el siglo XVIII y los ingleses nunca la llegaron a suprimir, sino que se termina aboliendo tras la guerra de Secesión de Estados Unidos.

 

Usted cuenta como los naturales, de una u otra manera, cruzaban el océano para que sus reclamos fueran escuchados, ¿esta lucha indígena fue individual o se organizó en grupos?

Se dieron todo tipo de casos y la casuística fue verdaderamente amplia; precisamente el aporte del libro es mostrar la tromba de indígenas tan grande que arribó a la Península, porque de su presencia aquí ya teníamos noticias. Por ejemplo, sabemos de la existencia de una embajada tlaxalteca que vino a defender sus derechos. También sabemos de individuos, como Juan Garcés, un indio que, al ser maltratado en la hacienda puertorriqueña donde trabajaba, cruzó el Atlántico a título personal para denunciar los abusos del encomendero. El natural puso al monarca al corriente de la extorsión a la que era sometido y Carlos V le concedió una cédula en la que instaba al encomendero a que le tratase bien y a las autoridades competentes a que sus órdenes se cumplieran. Asimismo, se dan casos de indígenas que emprenden el duro viaje para reclamar escudos de armas o títulos nobiliarios, hasta se conoce la historia de un espía que fue enviado a España para saber si el poder militar del imperio era como se rumoreaba y si una rebelión podía ser sofocada con facilidad. Por supuesto, comprobaron que no era palabrería y no iniciaron ningún motín. Con todo esto, demostramos que los indios tuvieron un papel activo y desacreditamos esa imagen tan popular que tenemos de los naturales como gentes ingenuas, casi menores de edad. De hecho, el papel activo lo jugaron desde los primeros compases de la conquista. El cacique Guacanagarix instó a Colón al poco de llegar este a la isla La Española a que atacara a su rival porque, según el cacique, era un caribe (un antropófago), cosa que en realidad no era, al menos, al nivel que detestaban los españoles. Es decir, mintió. De la misma manera, la construcción política imperial en América no solo les mantuvo en el poder, sino que les convirtió en parte esencial. Las familias de gobernantes que dominaban desde uno o dos siglos antes de la llegada de Colón, tres siglos después, durante el virreinato, siguieron teniendo una presencia muy activa. Por supuesto, los naturales también fungieron de abogados, procuradores, escribanos, traductores… Estaban asalariados por gobernadores y virreyes. Y en la defensa ya ni te cuento, la colaboración llegó a unos puntos que la seguridad del imperio recayó en los propios indígenas. El sonadísimo caso del Paraguay es un buen ejemplo de ello: mi paisano, el gobernador Pedro de Lugo y Navarra al comprobar que los efectivos disponibles no bastaban para repeler un ataque que tenía lugar en la frontera con Brasil, armó a los indígenas guaraníes que se encargaron de mantener a raya a los portugueses. Los indígenas también sofocaron rebeliones internas: cuando en Alfonso Alvarado en la batalla de Chiquinga no puedo derrotar a los sublevados de Francisco Hernández Girón, Alonso Tito Atauchi lo hizo en su nombre.

 

¿La sociedad española asimiló bien a esa masa poblacional que llegó a la metrópoli?

Tendríamos que distinguir entre los indios nobles y aquellos que procedían de estamentos inferiores. Me sorprendió descubrir que además de casarse los españoles con las nobles indígenas (contamos con el caso, por ejemplo, de Alonso Tito Atauchi que se esposó con una noble castellana, Constanza de Castilla), también los varones indígenas lo hicieron con españolas. Diego Luis de Montezuma contrajo matrimonio sin problema con Francisca de la Cueva, hija de los duques de Albuquerque, precisamente uno de los ducados más importantes de España. Y no son los únicos casos, me vienen a la mente los duques de Labrante o el ducado de Santiago de Oropesa. En las venas de nuestros nobles corre sangre azul e indígena. Con los nobles no había problema, ahora sí…con la gente de pocos recursos la situación cambiaba, ya no resultaba tan fácil que un español o una española se fijara en un natural. El ser humano ha cambiado muy poco y Quevedo lo dijo “poderoso caballero es don Dinero”. Por lo tanto, no es una cuestión de racismo, sino de clasismo, la gente odia la pobreza, lo podemos ver hoy en día: cuando una persona de fuera llega sin dinero se le llama inmigrante, en cambio, si lo hace con los bolsillos hasta arriba de billetes recibe el nombre de extranjero.

 

¿Este fenómeno del mestizo codeándose con la flor y nata de la sociedad española fue algo excepcional, se replica esto mismo en otras estructuras imperiales?

Tampoco considero nada del otro mundo que los españoles se mestizasen con los indígenas. A diferencia de los ingleses que iban acompañados de sus familias, los españoles, y sobre todo en las primeras expediciones, viajan solos. El ser humano es el que es y dudo mucho que el cruce de genes se deba a un entendimiento de la moral superior al que pudieran tener otras nacionalidades. Lo que sí resulta singular es la facilidad que tienen esos mestizos de incorporarse a las élites locales de la península. Muchos mestizos llegaban a España enviados por sus familias, dotados económicamente, para ampliar su educación. Se casan con los ricos de las regiones de Montijos, Talavera de la Reina o Sevilla, y se establecen en la élite local sin ningún inconveniente. Estos indígenas crean redes clientelares que ayudan a los nuevos mestizos que llegan desde América. El Inca Garcilaso, que vivió en Montilla, acogía a los mestizos llegados del Perú y les ponía en contacto con personas que les pudieran ayudar a solucionar sus asuntos. En Madrid hubo procuradores andinos que ayudaban en las causas andinas. Por su parte, las mujeres mestizas causaron sensación en la sociedad del momento, especialmente entre las féminas españolas, porque estaban más liberadas que ellas. Como hacían las veces de encomenderas, hacendadas, dueñas de ingenios, su modo de ser fascinó a las españolas. El caso que mejor ejemplifica a esa mujer mestiza es Francisca Pizarro Yupanqui, hija del conquistador Francisco Pizarro, que se estableció en la corte de Madrid, más en concreto en la calle Princesa.

 

¿Qué análisis hace del papel que jugó la iglesia en la lucha contra la esclavitud de los naturales?

Soy indulgente con la Iglesia, porque gran parte de la justicia social de la época partió del estamento eclesiástico, y aunque la corriente humanista no fue la mayoritaria en su seno, muchos mandos de la institución defendieron a los indígenas. Antonio Valdivieso, obispo de Nicaragua, murió por las críticas que vertía contra los encomenderos y la defensa tan feroz que hizo de los indios. Por supuesto, curas de base tanto seculares como regulares se dejaron la piel por protegerlos. Y esto me recuerda que, aunque no podemos hablar de genocidio, sí es acertado emplear la palabra etnocidio, ya que nadie se planteó, ni siquiera Bartolomé de las Casas, que los naturales siguieran practicando sus ritos religiosos, la conversión se tenía que completar dentro de la sociedad. Pero, claro, este hecho tenemos que comprenderlo, de nuevo, dentro de su contexto histórico. De todos modos, el balance respecto a la iglesia es positivo, hizo todo lo que estaba en su mano para defender a los naturales.

 

Se habla también mucho de sí, la Santa Inquisición persiguió y condenó a los naturales, ¿fue así?

He detectado algún caso en los primeros años, pero muy pocos. Sin embargo, los indígenas, al ser nuevos cristianos, quedaron fuera de las competencias de la inquisición. La mayor parte de los casos que tuvieron como protagonista a un indígena fueron solucionados en los tribunales eclesiásticos ordinarios. Por lo tanto, no es cierto que la inquisición condenó y persiguió a los naturales.

 

En el libro comenta que los españoles trajeron de América joyas, telas, mobiliario, productos de alimentación… ¿Está de acuerdo con aquellos que aseguran que el Imperio español expolió las riquezas de los pueblos indígenas?

Hubo de todo: destrucción, hecatombes epidemiológicas, robos, botines de guerra. Pero los españoles no solo expoliaron, también se despertó en la sociedad una profunda fascinación, que produjo una incansable búsqueda de conocimiento. La gente quería saber todo lo que sucedía allí: desde quiénes vivían y cómo lo hacían a su manera de vestirse o la religión que profesaban. Para saciar esta curiosidad se crearon colecciones privadas y gabinetes de antigüedades, donde las personas no solo obtenían un conocimiento teórico y de a oídas, sino que también ellos podían ver, tocar y oler los objetos de oro, los utensilios, las hamacas, que, curiosamente, aparecen en los inventarios sevillanos en época muy temprana. En suma, no solo hubo masacres o matanzas, también se produjo una gran fascinación, se gestó un corpus legal pionero y se cruzaron los genes.

 

Desde ciertos grupos de intelectuales se hace una severa crítica de fray Bartolomé de las Casas, ¿qué opinión tiene del religioso?

Me han dado mucha estopa por traspasar todas las líneas rojas respecto a Bartolomé de las Casas. En la España de hoy en día, con tanto negrolegendario y rosalegendario suelto por las calles, hablar bien de Fray Bartolomé es pasar una línea roja, al igual que lo es corregir a Elvira Roca Barea cualquier dato por pequeño que sea. Mis aventuras por el otro lado de la línea han hecho que reciba el apelativo despectivo de ‘lacasita’, pero yo estoy orgulloso de ello. Precisamente, si de algo deberíamos sentirnos ufanos los españoles, y eso que no soy muy partidario de los orgullos históricos, es de la corriente crítica y humanista que tuvo como figura más destacable a Fray Bartolomé de las Casas, una persona singular para su tiempo. Los críticos citan en su contra la Brevíssima relación de la destruyción de las Indias, un panfleto que él escribió para llamar la atención de Carlos V por lo que sucedía en los territorios descubiertos, cosa que consiguió, y que nunca autorizó su publicación. Si profundizamos en su biografía, descubrimos que movió la conciencia de la corona y consiguió que se promulgaran las Nuevas Leyes de Descubrimiento y Pacificación de 1473, donde se prohibió la conquista violenta, e influyó moralmente en la codificación de las Leyes Nuevas de 1542. Si de algo precisamente nos podemos sentir orgullosos los españoles es de esa corriente humanista que hizo que en el Imperio español se estableciera un acervo jurídico nunca antes visto en la historia social y en ninguna parte del mundo. Bartolomé de las Casas, tan vilipendiado como lo es ahora, dijo en su tiempo que todos éramos uno, y que poco importaba si éramos africanos, asiáticos o americanos, sin excepción eran personas con derechos. Quizá su mala prensa se deba a que él fue un activista que tocó las narices de todos los poderes, desde el eclesiástico hasta el imperial, y no dudaba en tergiversar los datos para salvaguardar la integridad de los indios. Me pregunto cómo pudo sobrevivir tanto tiempo incordiando a los poderes (recordemos que ni su orden, los dominicos, escaparon a sus críticas). Y he llegado a la conclusión de que el proyecto evangelizador de fray Bartolomé no era incompatible con el proyecto casticista de la corona, que en ningún momento cuestionó el proceso evangelizador, aunque para de las Casas toda relación con el natural debía producirse de manera pacífica, sin emplear la fuerza.

 

Hablando de rosalegendarios y negrolegendarios, hay ciertos intelectuales asociados a la corriente buenista que luchan contra la leyenda negra, ¿qué me puede decir de su discurso?

Algo he leído. Yo soy historiador y me debo a la historia. En la actualidad hay tres visiones sobre la colonización y la conquista de América: una es la de los negrolegendarios, dicen que fuimos unos genocidas y no quieren oír hablar de ningún argumento en contra de su discurso (en América hay muchos de estos), luego están los rosalegendarios que aseguran que el Imperio español fue generador y acusan de negrolegendarios a todo aquel que argumente contra su reconstrucción de la historia; y en medio estamos los historiadores, que narramos las cosas como sucedieron. Por mi carrera académica, me he reunido con historiadores de América, y he comprobado que sus argumentos no son muy diferentes a los nuestros. Recuerdo cuando AMLO dijo eso de que España debía pedir perdón por la conquista. Yo me encontraba en un congreso en Veracruz y hubo mucho cachondeo por las palabras del presidente. Los historiadores americanos me decían en broma: “Venga Esteban, pídenos perdón”. Creo que los patriotas que tanto me critican están haciendo un flaco favor a España y a la historia de su imperio, porque lo que hacen es retroalimentar a las negrolegendarios, que, a su vez, dan más motivos de pugna a los rosalegendarios, provocando que nos cierren las puertas a los historiadores españoles. Si queremos que nos escuchen, debemos adoptar otro talante. Por otro lado, con esa actitud de que todos los argumentos en contra de los míos son peores, lo único que están consiguiendo es eliminar la crítica, elemento fundamental en el trabajo del historiador. A España no le hace falta que la defiendan con leyendas, nos basta y nos sobra con su historia, por eso contribuyo a mi país haciendo historia de verdad y desmarcándome de la leyenda negra y la leyenda rosa. Es un atraso defender el país empleando la leyenda rosa para combatir la leyenda negra.

 

Lo acaba de mencionar: el presidente de México, López Obrador, dijo que España debía pedir perdón por la conquista de las Américas.

Soy historiador y estos planteamientos me parecen absurdos. La historia no está para entrar en esa vorágine de perdones; por esa regla de tres, si los españoles piden perdón a los mexicas, los tlaxcaltecas deben hacer lo propio también con los mexicas y los tunecinos a nosotros por la conquista cartaginesa de la Península ibérica… Verdaderamente absurdo. La historia se debe hacer comprensible para poder sacar conclusiones claras y tratar de construir en el futuro sociedades mejores. Por desgracia, no es así. Llevo treinta y tantos años desvelando los engranajes históricos con el fin de contribuir a mi país y hacer de este mundo un lugar diferente; pero va a tener razón el filósofo alemán Hegel cuando dice: “Lo único que nos enseña la historia es que ella no nos ha enseñado nada”.