«V13», de Emmanuel Carrère

La sala de fiestas parisina Bataclan se convirtió en noviembre de 2015 en escenario del asesinato de 130 personas. El escritor Emmanuel Carrère se personó en el juicio llevado a cabo entre septiembre de 2021 y junio de 2022 para contarlo con su particular punto de vista. Las crónicas de aquellas sesiones han dado lugar a “V13” (Anagrama). En Librújula también hemos hecho nuestra particular lectura del libro.

Texto:  Pere SUREDA  Ilustración: Christian SEEBAUER

 

En primer lugar debo disculparme. Este libro no he debido leerlo en formato libro. Cuando empezó el juicio de los atentados en la sala Bataclan de París supe de inmediato que la crónica de ese juicio trascendental sería contada, semana tras semana, en varios periódicos de Europa simultáneamente por Emmanuel Carrère. Y de manera automática pensé: “Esto seguro que posteriormente se publica en libro. Lo dejaré para cuando eso suceda”. Pero me pasé de listo. Debí seguir la crónica judicial semanalmente. Nada tengo en contra de la publicación en formato libro de este acontecimiento de resonancias globales, es más, lo esperaba con muchas ganas. Pero me olvidé que no todo se puede contar de la misma forma, ni en el mismo formato.

Dicho esto, no le voy a negar méritos a la publicación de estas crónicas. Es un buen libro. Probablemente lo será más con el tiempo. La distancia le dará, quizás, más autenticidad de la que yo he sentido hoy leyendo sus páginas.

El trabajo de Carrère es meritorio porque, ante la tragedia de los atentados, incluso él se las arregla para decir poco sobre sí mismo. Construye una especie de narración colectiva donde todas las personas que intervienen en el juicio son fotografiadas con la misma cámara y desde el mismo ángulo. No hay juicio moral del juicio. Sabe, eso sí, entrelazar los testimonios, en una especie de ópera que capta el sufrimiento común de toda la raza humana. Combina muy bien esos testimonios de seres humanos con los elementos judiciales y sociológicos. Y, obviamente, se hace preguntas que comparte con el lector.

Narra con precisión todo lo que tuvo que ver con aquel Viernes 13. Se trata de 130 muertos, 131 si consideramos el suicidio de un superviviente tiempo después, 138 si se cuentan los bombarderos, 350 los heridos. Explosiones y violencia en otros puntos de la ciudad, restaurantes como La Belle Équipe, Le Carillon, Le Petit Combodge, el Café Bonne Bière, Casa Nostra, el Comptoir Voltaire, y el estadio y el Bataclán. La clava con la descripción de los honorables abogados como “los que tienen el gusto por defender lo más difícil de defender.” Es decir, estamos ante un narrador maduro y que sabe utilizar los muchos recursos que le da el uso de la escritura. De la escritura de verdad. De la que transmite.

¿Hay casualidades? Creo que sí. Justo antes de la lectura de V13 finalicé la lectura de un libro que, sinceramente, me daba un poco de pereza, pero que ha cambiado gran parte de mi visión del mundo político de los últimos treinta años. Se trata de La torre elevada. Al-Qaeda y los orígenes del 11-S, obra de Lawrence Wright escrita con una fuerza tremenda, y que hace que se tambalee toda mi visión del mundo. Se publicó en España en 2009.

Mientras leía la crónica de Emmanuel Carrère, hasta medio libro al menos, sentía que había algo que no me acababa de cuadrar. Como si Carrère me estuviera escondiendo algo que no me permitía vislumbrar la foto completa. Pero no, Carrère es un buen escritor que diferencia lo importante de lo accesorio, y leí: “Al escuchar a Micheron, con su perspectiva de historiador, vuelvo a pensar en una frase sorprendente pronunciada por Salah Abdeslam al principio del juicio y que no fue respondida, que yo sepa: ‘Todo lo que ustedes dicen sobre nosotros, los yihadistas, es como si leyeran la última página de un libro. Lo que habría que hacer es leer el libro desde el principio’”.

¡Eureka! Eso es lo que me estaba faltando en las primeras páginas de esta crónica leída como libro. Y que nunca hubiera echado en falta de no ser por la lectura del libro —que recomiendo— de Wright. No lo hubiera echado en falta porque no me hubiera faltado la precisa y preciosa información que se remonta a los orígenes del fundamentalismo islámico y que Wright estudia desde antes de Egipto en 1930. Simplemente porque no lo sabía. Es muy peligroso no saber y pretender juzgar. No sé si hay algo más peligroso. Con la referencia de Carrère en su libro quedo aliviado. Prosigo con la lectura, cómoda por el buen hacer de Carrère, y termino el libro.

Todo lo que he leído es conmovedor, la reconstrucción queda nítidamente gravada en mi mente. Tengo una visión de los terribles sucesos de París, y de su juicio. La función ha terminado. ¿Qué no tengo? Para responderme debo volver al principio.

Carrère no ha logrado, en forma de libro, que me sentara en una silla de la sala de juicio, no he sentido aunque sí he sabido. No me he angustiado, aunque los sucesos dan para acumular mucha angustia. No me ha sucedido. ¿Es grave? No lo sé. Lo que sí sé es que no he sido cómplice de la narración, no he sentido empatía. Sin duda alguna, el libro tiene méritos, pero los tendría más si no hubiera existido, a día de hoy. Este es un libro que debería haber aparecido y leerse dentro de cincuenta años. Entonces, quizás, mis sentimientos se hubieran mezclado con la historia de este juicio, que no deja de ser todos los juicios que la humanidad se permite, para que luego sean archivadas páginas y culpas, y cerremos el volumen para volver a seguir golpeando nuestras cabezas con la misma y única piedra.