¿En qué estás pensando Posteguillo?
Santiago Posteguillo publica «Maldita Roma» (Ediciones B).
Texto y foto: Asís G. AYERBE
Con motivo de la presentación del la segunda de las novelas con las que Santiago Posteguillo está abordando la vida de Julio César tuvimos la oportunidad de visitar con él Bibracte (Francia), el lugar donde tiene lugar el inicio de la Guerra de las Galias, episodio crucial en la vida del emperador y en la hexalogía de Posteguillo.
Se trata de un escenario frío, boscoso, imponente… Llegamos muy pronto y nos adentramos con cierta solemnidad y sin un rumbo muy claro entre los árboles. La idea de que allí, hace mucho tiempo, unos ejércitos combatieron salvajemente es tremenda. Santiago se para de pronto y mira al horizonte. Hacia el lugar donde probablemente comenzó la batalla. Especulo sobre lo que estará pensando en ese momento. No sé si estará viendo la contienda en su cabeza, o quizá imaginando algo relacionado con su próxima novela. Qué curiosidad: ¿qué se le pasará a este eficaz creador ahora por la cabeza? Le quiero preguntar por ello, pero me preocupa romper la magia.
Hace unos años, recuerdo que estaba trabajando de foto fija en el rodaje de un documental, también en unos parajes maravillosos, y sorprendí al director de fotografía, Federico Ribes, que era una leyenda, en lo alto de una cumbre, observándolo todo en silencio. La gente del equipo se movía frenética de un lugar a otro poniendo luces y vías, pero él observaba estoico el entorno de forma analítica. Pude entender que estaba viendo toda la secuencia que iba a rodar a continuación, cada detalle de esta, la luz entrando por un flanco, el lugar preciso en que colocar a un actor para un primer plano. Me maravilló la idea, pero quise que me lo contara él. Así que le pregunté. “¿Quieres saber lo que pienso?” dijo. “Pues verás, lo que pienso es que todo, todo, todo es una mierda. Me fijo en todos esto jóvenes cargando con el material eléctrico, con sus caras de cansancio, lo que les ha costado llegar aquí, en este mundo tan complicado, moviendo esas grúas, sin saber que en realidad nada importa, que el país es un desastre, que nadie entiende nada, que se van a dejar los cuernos por una miseria y encima para nada. La sociedad está fatal, los jóvenes perdidos, el futuro incierto… Todo eso pienso. Y cuando ya han puesto las luces en su sitio y estamos más o menos listos, entonces me pongo a trabajar”.
Caramba, me dejó hundido. Yo especulaba con un mundo de pura fantasía en mi cabeza. Cualquiera le pregunta a Posteguillo. Puede ser un chasco. Santiago es alguien muy entrañable, cuenta historias súper interesantes, sabe muchísimo. Fue profesor universitario, ha investigado como nadie… pero es cierto que tiene esa pátina de normalidad (tan difícil de encontrar a veces) en su aspecto o su forma de actuar. Quizá me pase lo mismo que en el documental años atrás, puede que esté pensando en que tiene que coger un avión de vuelta y le preocupa, o en la lista de la compra, y si me lo dice destruiría el mito del creador reflexivo. Pero debo arriesgarme y finalmente le pregunto. “¿Quieres saber lo que pienso? Pues en realidad, ahora mismo, nada. Solo siento. Capto las vibraciones, el espíritu del lugar. Es como una iluminación. Siempre viajo a los sitios sobre los que voy a escribir antes de comenzar las novelas, no espero ver nada impresionante, esa no es la idea, es algo más sensorial. Pisar el lugar donde ha tenido lugar una batalla asombrosa, o las calles de una ciudad que fue capital del mundo, es algo tremendamente inspirador. Lo necesito antes de escribir y me resulta casi imprescindible. Hace que de alguna manera pueda conectar, no sé cómo explicarte, con el ambiente de la historia que quiero contar”.
Es una buena respuesta, pienso. Y tiene mucho sentido. Hace unos días, el escritor Antonio Iturbe me contaba cómo había ido a una zona determinada de España para ambientarse de cara a una posible novela prehistórica. Su plan no es localizar, ni investigar, es otra cosa: es sentir. Y funciona. Con el escritor Óscar Esquivias suelo recorrer los escenarios donde se han ambientado novelas importantes de la literatura española y, cuando estás allí, pasa algo inspirador. El plan no es documentar, sino simplemente pararse a mirar y sentir. Creo que este acto recarga algún tipo de baterías creativas y los que lo descubren lo necesitan.
Me quedo mirando los árboles de Bibracte y Santiago me pregunta: “¿En qué piensas ahora tú?”. Le respondo que lo que pasa por mi cabeza es contar todo esto en el próximo número de Librújula y, de paso, poner la foto, para que los miles de fans que tiene puedan verlo en estado de iluminación.