Elia Barceló: “A mí escribir me hace feliz, escribir me hace mejor persona”
Es pura felicidad literaria. Escribe porque le gusta, lo hace al margen del mundo y de las corrientes editoriales, se lanza solo con las historias que personalmente le interesan, desprecia en sus libros lo que le aburre, se niega a recrearse en la descripción de lo que detesta… Sin concesiones. Elia Barceló tiene más de treinta títulos publicados, ha saltado de un género a otro tranquila y libremente, sin calcular riesgos, y sigue. Acaba de publicar “Cita con la muerte” (Roca Editorial) y la novela juvenil «Una mentira peligrosa» (Alfaguara).
Texto: Begoña Piña Foto: Asís G. Ayerbe
Elia Barceló ha sido una de las reinas del fantástico, donde consiguió los máximos reconocimientos en España, ha estado en la novela juvenil y la ciencia-ficción, ha recorrido el género histórico, el terror, la novela negra, ha escrito novelas de amor… y ahora, con Cita con la muerte cierra la saga de Santa Rita, donde, sobre todo, repasa algunos de los males que acosan al mundo, especialmente a las mujeres, y en la que ha rendido un curioso homenaje a algunos de sus referentes, desde Agatha Christie, pasando por series de televisión como Colombo o Dexter, hasta Patricia Highsmith, Daphne du Maurier y, ahora, Philip K. Dick y Friefrich Durrenmatt. Y, ahora sí, ha conseguido su gran propósito, “que haya público lector que, fuera el género que fuera, lea lo que escribo porque lo he escrito yo”.
Con Cita con la muerte se despide del universo de Santa Rita y de todos los personajes que la han acompañado estos cuatros años, ¿está triste, aliviada…?
Da pena, porque los quiero mucho, es que llevo casi cinco años trabajando con ellos, los conozco muy bien, me río mucho con ellos y ahora ya está, ellos se quedan dentro y yo me voy.
¿Se desprende del todo de ellos tan fácil?
Bueno, no me extrañaría nada que quedaran restos, pero lo que me va a ayudar es que ahora sé que era capaz de cerrar y de cerrar bien, que no me quedarían cabos sueltos. Cuando terminé pensé que lo había hecho bien. Ahora ellos se van, los despides en el puerto. Sí, se quedan siempre dentro de ti, pero ya viven su vida.
¿Cambia la escritora y la persona después de convivir cinco años con unos personajes?
Sí, es una evolución que se produce sin darte cuenta. Yo he vivido casi cinco años con esas personas, que son más cercanas que muchos de mis amigos, porque con mis amigos yo nunca sé qué están pensando o si mienten o no mienten cuando dicen algo, pero lo sé de mis personajes, claro. Y, aparte, es que, de verdad, que son muy bonitos, me caen muy bien todos, incluso los malos, les tengo un cierto poso de ternura.
Con los cuatro libros ha hecho una crónica de la forma de ser mujer y de ser hombre en este país a lo largo de muchos años.
Sí. Y esta novela empieza con la primera generación, la más antigua. Las cosas suceden sobre 1856, hace mucho, mucho. Es una novela muy ambiciosa, lo que pasa es que no se le nota, creo. He tratado de poner muchas cosas en esa novela, por ejemplo, cómo los mismos problemas, sobre todo los que hemos sufrido las mujeres históricamente, en cada momento de la historia significan una cosa para las mujeres y otra para los hombres. Cómo el mismo tipo de situación y de problema en una época puede hacer que se arruine tu vida para siempre y en otro momento puede ser simplemente algún contratiempo, algo que puedes manejar. Y también quería enseñar cómo hemos mejorado en muchas cosas y cómo, en otras, tenemos que seguir teniendo mucho cuidado y no pensar que ya lo hemos conseguido. Después de muchos años sigue habiendo tantos asesinatos de mujeres… En cada una de las cuatro novelas he tratado uno de los males gordos que hemos sufrido las mujeres por el hecho de ser mujeres, y en esta me he guardado el de la violencia física y psíquica contra las mujeres, el pegar y abusar de los niños.
¿Cuánto hay para usted de necesidad de hablar de esto, de denunciarlo desde el arte, y cuánto ha comprobado que funciona entre los lectores?
Yo misma me pregunto a veces si no es en parte una moda. Hace 50 años a nadie se le hubiera pasado por la cabeza incluir, por ejemplo, los abusos sexuales de un sacerdote a sus pupilos. Y luego, de repente, empieza a salir por todas partes. Puede ser algo de moda, pero es que son cosas que han existido y que existen. Ahora en los clubes de lectura y cosas así, cuando, sobre todo mujeres, leen las novelas, me dicen que les reconforta ver que eso ha sido real, que existe, que se habla de ello, que lo que ellas han sufrido no es una cosa única que solo les ha pasado a ellas. También es bueno para las mujeres más jóvenes que se den cuenta de que hemos conseguido mucho, pero estamos a punto de retroceder, y no podemos retroceder. Cada vez se oyen más voces de “sí, la igualdad está bien, pero ¡tanta igualdad!”. Pero ¿qué parte de igualdad no has entendido?
¿En todos estos años de carrera ha sentido que surgían problemas solo por ser mujer?
No, yo he tenido bastante suerte con mi carrera, porque he sido siempre una outsider, iba por libre. Fíjate que la primera vez que vine a la Feria de Madrid fue hace como ocho años, no había estado nunca y había publicado ya un montón de libros. Siempre he sido ajena al mundillo literario y eso me ha dado mucha libertad. Empecé con la ciencia ficción, donde no había mujeres, yo era la única, eran todo muchachos, y me aceptaban como uno más. Cuando venía a España, nos íbamos a comer o íbamos a un festival y hablábamos y ellos hablaban entre tíos y no se daban cuenta de que estaba yo, de vez en cuando alguien decía: “Oye, tío, que está Elia delante”, cuando contaban ciertos chistes… aprendí mucho de cómo funcionan los hombres. En la novela negra, cuando empecé, también había muchos más hombres que mujeres y de vez en cuando sí se notaba eso de “¿qué querrán estas tías aquí? la violencia es cosa de hombres”. Sí, es cosa de hombres, menos cuando tú eres la víctima.
Ahora que habla de ciencia-ficción, hay en este libro referencias a Star Trek y a Spock…
Es que es muy bueno, tenía tantas cosas buenas, lo de la lógica y la audacia y tener a la primera mujer negra entre los protagonistas del equipo. Eso era cuando todavía se atrevían a hacer cosas, ahora ya no se atreven a hacer nada por el miedo a que no funcionen. Solo hacen refritos y eso es aburridísimo.
Pues esa referencia y la que hace a Philip K. Dick…
Sí, a Minority Report. Bueno, a mí me gusta mucho, a pesar de sus idas de olla, o seguramente por sus idas de olla. Hay novelas que son incomestibles, pero otras son maravillosas. Y a mí me gustaba mucho Minority Report porque a mí los dilemas éticos son los que más me gustan. Por eso esta pregunta en mi novela: si un tipo asqueroso mata a su mujer y a sus hijos y tú vas y te lo cargas, cualquier juez te ayuda, porque está claro que es defensa propia y defensa de tu familia, pero si lo matas un poco antes y te quedas con tus hijos vivos, entonces es un asesinato, aunque tú de verdad estás segura de que va a pasar eso, no puedes hacer nada. Ese tipo de cosas en K. Dick se ve mucho.
Las otras novelas de la saga también rendían homenajes.
Sí, todas ellas, Agatha Christie, Colombo y Dexter, eso de que tú ya sabes quién es desde el principio; luego Patricia Highsmith y Daphne du Maurier, con la manipulación psicológica, y ésta es Philip K. Dick y Friefrich Durrenmatt. Hay muchos más nombres, claro, pero si hubiera escogido a Hammett, por ejemplo, hubiera tenido que hacer una novela de bajos fondos, de gente muy mala, muy deprimida y de navajeros cutres y eso no pega con el universo de Santa Rita.
Hablando de género, ¿qué le parece los que dicen que usted está en el ‘cozy crime’?
Que no es verdad, yo no hago ni novela rosa, ni hay dulces ancianas … todo lo que sale en mis novelas son crímenes de verdad, la gente muere de verdad y no son suaves y agradables. Lo que pasa es que yo no dedico tres páginas a explicar todas las salpicaduras de sesos en las paredes ni cuento las autopsias ni cosas así. Yo escribo para personas inteligentes a las que doy un par de detalles y se hacen la idea. No voy a decir nombres, pero la gente está a ver si pone algo un poco más guarro en cada nueva novela.
En esta novela también pone mucho empeño en hablar de la memoria, en no olvidarnos de lo que ha ocurrido, en saber de dónde venimos.
Absolutamente, porque yo estoy convencida de que olvidar sin haber limpiado es muy malo. O sea, olvidar está muy bien cuando has hecho un trabajo de memoria, te das cuenta de lo que sucedió, lo lamentas o te arrepientes o… Suena muy católico, pero es que tenían bastante razón con eso de la contrición. Es lo mismo que dicen ahora los psicólogos y los psicoanalistas. Necesitas un trabajo de limpieza, de purificación, y luego puedes olvidar, pero no olvidar a base de echar las cosas debajo de la alfombra, que luego la alfombra tiene unos bultos con los que te vas dando tropezones todo el rato. Y en España eso lo hemos hecho mucho.
Hablemos un poco de literatura. Uno de los personajes, que es escritora, dice que ella escribe por pasión. ¿Usted siempre has escrito por pasión?
Toda la vida, ya me contará por qué otra cosa iba yo a escribir. Me tuve que adaptar a un país nuevo, a una lengua nueva, estaba en un sitio donde no tenía familia, me tenía que organizar con dos hijos, con un trabajo, con un marido y con crearme un nuevo círculo de amistades. Tenía muchas cosas que hacer, pero entonces ¿por qué otra cosa hubiera escrito yo si no hubiera sido por mi pasión? Porque no me daban un duro en ninguna parte. No era dinero, ni fama, ni reconocimiento… A mí escribir me hace feliz, escribir me hace mejor persona.
¿Y no ha perdido ni un gramo de esa pasión después de los años?
No. Lo de venir a la Feria del Libro y los clubes de lectura, muy bonito, muy chulo, pero lo que de verdad me gusta es estar en mi estudio, vestida de cualquier manera, en zapatillas, y escribir. Y cuando estoy así, si me dejan en paz, se me va el tiempo, me meto en mi mundo.
¿En ese proceso de escribir hay límites que no traspasa?
No, si de verdad quiero escribir una cosa, no tengo ningún límite, lo que pasa es que hay cosas que no quiero escribir. Alguna vez me han preguntado si no me había planteado hacer una novela erótica, pues es que no me apetece, me parece aburridísima, siempre lo mismo, dale que te pego. O yo qué sé, una novela de tortura, pues no tengo ganas de torturar a nadie ni en mi pensamiento ni en mis textos ni en ningún sitio. Pero, por ejemplo, cuando hice La noche de plata, tardé muchos años en decidirme. Quería intentar explicarme a mí misma cómo puede haber gentuza que le hace daño a los niños, y no lo entendía y sigo sin entenderlo, pero no me atrevía. Hasta que llegó un momento en que dije, bueno, chica, ya eres mayor y ya tienes una veteranía, ahora puedes, y lo hice.
¿Y eso le ayuda a comprender, la descarga emocionalmente de alguna forma?
Cuando hay algo que de verdad me afecta, yo necesito reflexionar sobre ello y escribir. Yo hago una columna de opinión en eldiario.es cada 15 días y eso me ayuda mucho a pensar para mí misma ciertos temas. Cuando quiero saber lo que pienso, lo tengo que escribir.
En su libro hay muchos personajes buenos, hay bondad. ¿Es una necesidad en este mundo tan cínico?
Sí, sí, un poco de esperanza. No es algo que planeé, pero cuando empecé a escribir Santa Rita, que salíamos del COVID, quería una cosa luminosa, alegre y para que nos diéramos cuenta de lo que tenemos, que nos estamos perdiendo lo mejor que tenemos, la buena comida, las plantas, el buen tiempo, el sonreírse unos a otros, el echar una mano, el tomarle el pelo al que come contigo… Todo eso es muy bueno y nos hace mucha falta, pero nos estamos separando unos de otros. Ya ni siquiera se discute ni se debate, nadie se atreve a ayudar a otro por si acaso te metes en lo que no te importa, nadie se atreve a pedir ayuda porque van a pensar que eres débil y vulnerable. Menuda mierda de sociedad estamos haciendo.
Igual después de abandonar el universo de Santa Rita le da por hacer otro cambio radical e irse a un género completamente distinto, que ya lo ha hecho antes. ¿Será así?
Nunca pensé en ganarme la vida con esto, así que yo hacía lo que me daba la gana y lo que me hacía ilusión. Y hoy tengo que reconocer que lo he conseguido. Me hacía ilusión tener un público lector, grande o pequeño, pero un público que leyera lo que yo escribo porque lo he escrito yo. Y ya tengo unos lectores que leen lo que yo escribo.