El “salto” de Marta San Miguel

Marta San Miguel debuta en la novela con “Antes del salto”, de Libros de Asteroide. 

Texto: Susana PICOS  Foto: Miriam MORA

 

Marta San Miguel publica una historia intimista en la que un caballo y una mudanza desencadenan una cascada de recuerdos que la cotidianidad y el paso del tiempo habían ocultado.

¿Te definirías poeta antes que novelista?

Todo a la vez. Creo que son dos facetas que no se pueden disociar, incluso la de periodista. Son formas de narrar y utilizar el lenguaje de otra manera, pero no habría escrito así esta novela si no hubiese leído y escrito antes poesía. Al final, no deja de ser una precisión en el uso del lenguaje y de las imágenes que me ha dado un entrenamiento muy revelador y de mucha ayuda a la hora de aplicarlo a la narrativa.

Tu novela tiene una mirada poética.

Yo empecé publicando poesía, pero lo primero que escribí fue prosa, incluso el género periodístico es evidentemente prosa. La incursión, digamos, en el mundo literario llegó con la publicación de “Meridiano” con el que gané el premio José Hierro de Poesía, así que no sé qué fue antes si la mirada poética aplicada a la narración o la narración la que me llevó a buscar una mirada poética en las cosas.

¿”Antes del salto” es una autobiografía?

No, no es una autobiografía. Utilizo la experiencia real de una mudanza a otro país para ambientar la novela. Cuento vivencias propias pero las uso con el objetivo de narrar una historia sobre la que ya he trabajado previamente en otros textos, como es la memoria y el peso de los recuerdos. ¿Por qué recordamos lo que recordamos? y sobre todo ¿en quién nos convertimos cuando vamos dejando atrás los lugares que nos acogieron, los recuerdos, las personas y las vivencias que nos han definido?

¿Cómo te influyó tu profesión de periodista a la hora de enfrentarte a la novela?

Al principio me costó mucho decir a la periodista que hay en mí: ¡déjame en paz!. Llevo 20 años siendo muy fiel o tratando de ser muy fiel en contar lo que otros me han explicado. Transmitir realmente qué sucede cuando lo que estás contando es una historia que hunde sus raíces en tu propia experiencia no me servía.  ¿Sabes la máxima “de que la verdad no te joda un buen reportaje”? Pues la verdad me estaba jodiendo una buena novela. Pero todo cambió en cuanto logré soltar ese rigor con los hechos, empecé a desmontar mis propias vivencias y a incorporar episodios nuevos para enmarcarlos en situaciones que pudieran contribuir a la narración.

¿Por qué es tan importante para ti el pasado?

Somos algo más que las decisiones que tomamos, somos también todo lo que hemos dejado atrás y las personas que nos quisieron y que ya no están. Recurro al pasado, pero siempre intento diferenciar muy claramente memoria de nostalgia.

¿Y qué es memoria y qué nostalgia?

Muchas veces nos acercamos al pasado desde la nostalgia, como si fuera un tiempo mejor. Decimos que bonita fue esta etapa o qué bonito lo que me pasó o cuánto echo de menos a esta persona, pero en esta novela yo celebro la memoria no la nostalgia. El libro tiene mucho humor y creo que tiene que ver con que a medida que escribía iba recuperando la alegría por recobrar momentos y sensaciones que había dado por perdidas. Y no es que nos olvidemos de quiénes éramos, nos olvidamos de los afectos que han sido cruciales en nuestra vida. Hay que seguir adelante, dar el siguiente salto: la siguiente mudanza, el siguiente trabajo, la siguiente pareja… es necesario dejar el pasado atrás, pero a veces necesitas reenfocar y sentir que todo lo que estás haciendo tiene un sentido y creo que el sentido de uno está en la memoria

Utilizas la mudanza a Lisboa y haberte dejado la foto de tu caballo para recordar el pasado, ¿es necesario marchar para echar la vista atrás?

La foto es un recurso narrativo que me ha funcionado perfectamente Cuando miras una foto, ¿estás mirando la foto o estás mirando el momento que retrató esa foto? Cuando miras tu propia vida estás mirando la foto de lo que sucedió entonces. En ese sentido salirte del surco de la rutina hace que te pongas las gafas y tomes mucha más conciencia de dónde estás, de quién eres y qué te gusta. La rutina es una trampa maravillosa que todos buscamos para sentirnos a salvo. Todos necesitamos saber que lo que hemos planificado va a seguir ahí y tenemos una falsa sensación de seguridad, como si nada malo nos fuera a pasar. En cuanto salimos de esa rutina, los sentidos se ponen en alerta, la noción de ti mismo y de lo que te rodea y de la vida que llevas tiene que empezar de cero.

A los personajes del pasado les llamas por su nombre, pero a los del presente, marido e hijos, no les pones nombre.

Inicialmente Marido, Mayor y Pequeño no estaban en el libro. A mí me interesa especialmente de esta historia el juego de espejos de la madre, que a la vez es hija de una madre que ya no está. Por tanto, necesitaba que estuvieran los hijos de ese personaje e intenté inventármelos, pero no me sentía cómoda ni notaba que transmitiesen la verdad y la honestidad del resto del texto.  Por eso opté denominarlos como si fueran los personajes de los libretos de las obras de teatro donde aparecen simplemente como: Hijo, Panadero, Comisario… Los nombré con un término abstracto porque lo que quería era dejarlos absolutamente fuera del foco de atención y porque esa terminología abstracta entiendo que ayuda al lector a entrar en la historia. Todos tenemos maridos o una pareja, un novio, una relación, hijos o conocemos a alguien que los tiene o hemos sido hijos mayores o hijos pequeños.

¿Qué representa el salto del caballo en tu novela?

Recuerdo que cuando montaba a caballo sentía que era capaz de cualquier cosa. Cuando conectas con el animal y te concede su fuerza, su respeto, su alianza, crees que eres capaz de saltar y saltas y llegas al otro lado. Esa valentía u osadía de mirar un poco más allá de las orejas de lo que tienes delante creo que la vamos perdiendo a medida que crecemos. Aunque no todo el mundo, envidio a todas esas personas que tienen la capacidad de saltar. Saltos personales, vitales, emocionales, laborales… de todo tipo. Me encanta esa gente que tiene esa libertad y comparo el salto del caballo con situaciones de la vida cotidiana porque en el fondo lo que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos es ponernos a prueba un poco cada día.

Las analogías del caballo con la vida son constantes en tu historia, incluso gráficas, como cuando describes el movimiento al trote de Pequeño con la mochila. Sentimos que tienes un vínculo muy estrecho con el animal.

Yo tenía y tengo tan interiorizado el mundo de los caballos que mire donde mire me vienen analogías entre ellos y la vida real. Pero sin darme cuenta fui dejando atrás ese mundo. Llevaba cinco años con el borrador de una novela en el cajón y cuando me fui a Lisboa me pregunté ¿pero qué vida llevo que han pasado cinco años y aún sigue ahí el libro? ¿qué vida llevo que cada vez que escucho a mi hijo tocar una batería pienso en los cascos de un caballo? ¿qué vida llevamos para no pararnos a hacernos un poco más de caso? Es paradójico porque creo que estamos en una sociedad cada vez más individualista y egocéntrica y más pendiente de nosotros mismos que nunca y, a la vez, no prestamos nada de atención a lo que realmente nos importa.

¿Y qué es lo que tú has querido encontrar en “Antes del salto”?

A la hija de esa madre y por tanto a la madre. Yo no estaba escribiendo una historia de mi madre, pero a la protagonista le comenzaron a pasar cosas y le cedí a ella las dudas, los miedos y empecé a recuperar partes de mi madre que se habían quedado fuera del marco de la foto.  Convertimos la memoria en una sucesión de fotos fijas y lo que queda fuera de foco lo vamos perdiendo, pero dentro tenemos muchísimo más de lo que somos conscientes. Nuestra identidad y nuestras decisiones de hoy y del mañana se basan en esa identidad, nos están dando pistas constantemente de lo que somos, aunque no nos acordemos. He intentado transmitir esto en la novela. Este caballo funciona como un caballo de Troya y deseo que los lectores monten su propio caballo y lleguen a sus propios lugares

Lisboa es la ciudad de tu novela. ¿Cuándo regresas a ella cómo te sientes: turista, viajera…?

Ninguna de las dos. Yo fui a vivir a Lisboa. Mi experiencia en esa ciudad fue totalmente distinta a si hubiera ido con un billete de vuelta. El viajero y el turista se diferencian en la forma en la que se relacionan con el lugar al que van. Lisboa está abarrotada de turistas y siempre aprovecho para abogar por el respeto a los lugares adónde vamos. Al principio, sentía que la ciudad me expulsaba, que era muy hostil salir a la calle. Nosotros vivíamos allí y era imposible no sentirte agredido por la cantidad de visitantes. Pero pasadas unas semanas, la ciudad nos acogió y el turismo se convirtió en una realidad de fondo, que se escuchaba por la noche y que era palpable, pero al que te acostumbras. Además, yo venía de Santander, que en agosto igual hay algunos atascos y se llenan los hoteles, pero es una ciudad muy amable porque no hay grandísimos hoteles ni complejos hoteleros ni grupos de cruceristas.

¿Qué tiene que ver Lisboa con tu protagonista?

Lisboa es en sí misma otro personaje. La ciudad se enfrenta al mismo proceso de decisión o de duelo sobre su redefinición que la protagonista del libro, por eso la historia sucede en frente de un edificio en obras. ¿Mira hacia el futuro llena de andamios y de turistas porque gracias a eso recupera los barrios antiguos y genera un movimiento económico que permite prosperar y seguir adelante o intenta mantener la esencia de quién es a costa de que ese motor económico igual sea solo una polea?