El Pirata: “Aún vivo el rock como si tuviera 20 años”

A pocos días de celebrar el Día Mundial del Rock, 13 de julio, hemos entrevistado a uno de los periodistas más roqueros de nuestro país, El Pirata, quien acaba de publicar “Historias del rock. Leyendas, cuentos y mitos alucinantes”.

 

Texto: David VALIENTE

 

No es el pirata de Sabina, su pierna no es de palo, ni su ojo está cubierto por un parche negro; respecto a los de cara de malo, que cada quien opine lo que quiera. Se llama Juan Pablo Ordúñez (Talavera de la Reina, 1956), pero en los oscuros mundos del rock and roll lo conocen como El Pirata. Inició su andadura periodística allá por la lejana década de los 70, con tan solo 15 años: “Ha pasado el tiempo, pero aún vivo el rock como si tuviera 20 años. Mi manera de vivir no ha cambiado, estoy a mis discos, mis programas de radio, no me gusta que me toquen las narices ni tocarlas. En el fondo, soy aquel muchacho que a los 14 años se puso por primera vez pantalones vaqueros rotos, camiseta de tirantes, chupa de cuero y se dejó el pelo largo, aunque…ahora el paso del tiempo me haya obligado a llevar una línea en el centro de la cabeza”, rememora El Pirata que recientemente ha publicado un libro titulado Historias del rock. Leyendas, cuentos y mitos alucinantes (Oberon), donde hace un pequeño repaso de la historia de este género musical mediante los acontecimientos más misteriosos y paranormales de las bandas que han configurado la epopeya roquera del siglo anterior.

En la actualidad tiene su propio programa, El Pirata y su Banda, en la emisora Rock FM. Todas las mañanas despiertan a las personas a golpe de solo de guitarra y ruido agreste de batería. Sin embargo, su carrera en el mundo de la música abarca más de media centuria, años, como indica su porfolio, muy bien aprovechados, pues puede presumir de haber entrevistado a mitos vivientes del rock como Slash. “No voy a negar la impresión que causa tener a una estrella del rock a la que admiras delante de ti sometiéndose a tus preguntas. De todos modos, siempre he mantenido la sangre fría y he sabido distanciar mi admiración de mi profesión; intento hacer mi trabajo lo mejor posible, dejando que el artista deslumbre”, afirma el Pirata.

De rock sabe un huevo. Y, sin duda, es la persona indicada si queremos conocer todo sobre las bandas del momento. “Desde su nacimiento, el rock ha evolucionado mucho. En los años 60 era inesperado que se pudiera producir una banda como Metallica”. Actualmente el rock se ha consolidado como escuela, y aunque ha conformado distintas ramificaciones, El Pirata considera que a los nuevos roqueros les falta actitud: “Las bandas de los 60 hacían cualquier cosa para salir adelante”. Pero tampoco olvida que los tiempos han cambiado y que ahora, los medios de masas, lejos de darles mayor visibilidad, suponen grandes escollos durante la trayectoria: “Hay muchas más bandas y los espacios siguen siendo los mismos. Antes, grabar era como tener un cheque al portador para el futuro; ahora, no significa nada”.

YouTube se ha convertido en la plataforma de miles de artistas que quieren mostrar al mundo sus capacidades; se cuelgan millones de videos de músicos noveles que esperan con ansias su pasaporte al estrellato. “Pero en el rock no funciona así. Depende mucho del boca a boca y la casualidad, de que un entendido escuche tu música y hable con algún productor. ¿Qué hacemos ahora? ¿Nos metemos a YouTube y ponemos en el buscador ‘buenas bandas de rock’”. Aún con el viento en contra, el roquero conoce el arduo camino que debe emprender para completar sus sueños y hacer del rock su vida. “Por eso las bandas de los 70 eran heroicas, le echaban agallas”, asegura Juan Pablo.

Al fin y al cabo, el rock es una actitud ante la vida, una filosofía que algunos héroes díscolos e inconformistas adoptan como propia, y que además incita a millones de personas a degustar a través de conciertos, discos y, por qué no, a través del libro escrito por Juan Pablo Ordúñez, El Pirata.

¿Cómo nace la idea de escribir este libro?

Muchas veces, y no me preguntes cuál es la causa, me da el venazo y hago cosas diferentes. Creo que el libro es el resultado de mi trabajo diario en Rock FM desde donde todas las mañanas despertamos a la gente con rock del bueno y contamos historias sobre las bandas, los discos y los artistas. Estas historias han macerado el contenido del libro. Aunque creo que el detonante fue una de mis habituales colaboraciones en el programa de Carlos Herrera. Tengo un pequeño espacio para hacer lo que hemos llamado una ‘rockefeméride’; y un día, mientras esperaba mi turno de salir al aire, me puse a pensar una forma original de tratar el tema. Entonces, conté la extraña desaparición del bajista de los Iron Butterfly, Philip Taylor Kramer. Escribí el primer capítulo hace mucho tiempo, pero lo dejé guardado en un cajón porque tenía mucho curro. Entonces, llegó el ‘trotavirus’ y me dije: “esta es la mía”. Y ya ves, todavía no ha terminado la era del ‘trotavirus’ y el libro ya está en la calle.

El gran eslogan del rock es ‘sexo, drogas y rock and roll’; pero leyendo tu libro, creo que sería más adecuado cambiarlo a ‘sexo, drogas, rock and roll y misterio.

El rock es una cultura con más de medio siglo y un gran número de protagonistas. Indudablemente, se han producido muchos hechos que no corresponden a nuestra realidad cotidiana. El rock tiene una carga de misterio que yo intento recoger en este libro.

Pero da la sensación de que el rock atrae al misterio más que otros géneros.

Los seguidores del rock tenemos la mente muy abierta, y esto lo aplicamos a todas facetas de nuestra vida, no solo a la musical. Por ejemplo, yo soy un gran aficionado a los cómics de ciencia ficción y a las historias que tengan un mínimo halo de misterio. Si te gusta el rock, debes de estar abierto a escuchar cosas nuevas, porque, además, no sabes de dónde puede salir esa banda que te encandile.

En el primer capítulo recoges una serie de muertes extrañas de grandes iconos del rock, ¿cuál de estas historias te parece más rocambolesca?

Creo que la historia de Elvis Presley es bastante rocambolesca, sobre todo por la cantidad de teorías que hay en torno a su muerte; que si Elvis colaboró con el FBI, que si recibió amenazas de la mafia, que si apareció en algunas escenas de películas, que si ha estado en Argentina…

Hablas de lo extremas que son las carátulas de rock noruego, pero no es lo único extremo: su música, sus letras, incluso la vida personal de los artistas son muy macabras. Nosotros tenemos una imagen de los noruegos, quizá estereotipada, como gente disciplinada y ordenada. ¿Crees que a este tipo de sociedades le sienta mal el rock?

Hace unas semanas leí unas declaraciones de un músico sueco que abandonó su país porque en nada se parece a la imagen que nosotros tenemos. Por muy organizadas que sean estas sociedades, los fines de semana la gente se coge unos pedos con los que pierden la noción de su existencia durante una semana. De alguna manera tendrán que desconectar de su actividad diaria. No creo que el rock le siente mal a estas sociedades, simplemente cada uno escoge como quiere vivir su vida y la música. Al igual que hay musulmanes terroristas y otros de mucha paz, sabiduría y solidaridad, cada roquero coge la guitarra para transmitir el mensaje que desee; y si uno piensa que el rock debe ser satánico, pues lo llevará a la práctica.

¡Qué gran leyenda hay en torno a Robert Johnson!

En el caso de Robert Johnson se producen una concatenación de circunstancias. Para empezar, no disponemos de documentación suficiente para realizar un seguimiento completo de su vida; tampoco era una mega estrella cuando murió, era conocido en un pequeño círculo, pero ni comparación a la fama conseguida tiempo después de su muerte. Sí es cierto que a Johnson le gustaba ensayar en los cementerios, se estaba muy tranquilo, nadie le daba el coñazo. La gente decía que hacía música del diablo por su estilo de vida: una persona negra- con lo que significaba ser negro en los años 30– que frecuentaba tugurios por la noche, se emborrachaba, se acostaba con mujeres; cumplía todos los estándares de un golfo. Si unes esto, a la temporada que nadie supo de él, pero que cuando regresó, lo hizo, según cuentan, convertido en un gran músico, la gente dentro de su paranoia ata cabos y afirma cosas como que vendió su alma al diablo. Posiblemente, este sea el origen de la leyenda; pero también pudo haber vendido su alma al diablo. ¿Quién sabe?

Y qué me puedes decir de la muerte de Jimi Hendrix, ¿la mafia está detrás del asunto?

Tras publicarse el libro, he podido leer en la prensa internacional del rock que esta teoría cobra cada vez más fuerza, es más, ya casi se da por hecho. Es posible que Jimi Hendrix muriera ahogado en su propio vómito tras haber consumido alcohol y pirulas. Si hubo algo detrás, nunca lo sabremos, sobre todo porque los autores por edad ya estarán muertos. En cualquier caso, Hendrix fue un personaje tan mágico como incómodo para unos cuantos. Todas las posibilidades están abiertas.

¿Por qué circula de nuevo por los medios esa teoría?

Sobre todo por los contactos que el músico tuvo con la mafia. No es que nuevos datos hayan salido a la luz, estas elucubraciones retornan una y otra vez porque es el repertorio de escritores y periodistas.

¿Cómo es eso de que la banda española de Los Watts vendió sus huesos para conseguir los instrumentos?

Los roqueros son muy osados, y en los años 60 en una ciudad como Sabadell lo eran mucho más. Si un grupo quiere triunfar, tiene la obligación de recurrir a multitud de triquiñuelas; ellos emplearon esta jugada no solo para conseguir los instrumentos, sino también para que el foco mediático cayera sobre la banda. Los Watts siempre trataron de estar en el candelero mediático, por eso inventaban todo tipo de triquiñuelas.

Resulta muy interesante esa línea fina que separa el marketing del misterio en el mundo del rock.

En España no se llevó mucho, pero en países angloparlantes los artistas contaban con agencias de prensa que se ocupaban de que su representado estuviera siempre en el candelero mediático. Forma parte del folclore del rock que los hechos se sublimaran y se convirtieran en medias mentiras. Por ejemplo, Los Black Sabbath potenció la imagen de adoradores de Satán para atraer a su público. Es algo que también trataron de hacer The Rolling Stone, pero como aseguró en su biografía Marianne Faithfull, la novia de varios miembros de la banda: “¡Mick Jagger adorador de Satán! En todo caso adorador del satén”.

Por lo que he podido leer en su libro, en España no solo disfrutamos del buen rock, también lo hacemos de las fake, en el caso que nos atañe, roqueras.

Recuerdo, y esto sí que no lo voy a olvidar nunca, que a mediados de los años 80 me encontraba en la emisora de radio cuando empezaron a sonar los teléfonos. Corría el rumor de que Mick Jagger había muerto en un accidente de carretera en la provincia de Málaga. Imaginaba que era una noticia falsa, de todos modos el asunto tomó tales dimensiones que contacté con un compañero de la COPE para que moviera sus contactos británicos y me confirmara si la noticia era cierta. Javier, que así se llama mi colega, vino al cabo de media hora y me confirmó que la noticia había llegado a Reino Unido, pero que era un rumor procedente de España; todo era mentira. ¿Qué puedo decirte? Aquí somos así. A mí me habrán matado en internet cuatro o cinco veces, las que recuerde. A Roberto Iniesta de Extremoduro lo han matado tres o cuatro veces, y a mi amigo, escritor y periodista Mariano Muniesa creo que se lo han cargado seis o siete veces. Esto forma parte del circo.