El drama de ser inmigrante en EEUU a través de los ojos de Isabel Allende

La última novela de Isabel Allende «El viento conoce mi nombre», publicada por Plaza & Janés, es una gran historia con varias intrahistorias que convergen para mostrarnos algunas de las atrocidades que ocurren actualmente en sociedades llamadas del “primer mundo” y de las cuales poco se sabe o poco queremos saber.

Texto: Susana PICOS  Foto: Lori BARRA

 

En El viento conoce mi nombre, Isabel Allende, la escritora más leída y traducida en español, sorprende al iniciar su narración con los nazis durante la noche de los cristales rotos, en la que conocemos a los Adler y la tragedia de su primogénito, Samuel. Sorprende porque no es una trama que la escritora nacida en Perú, aunque pasó toda su infancia y adolescencia hasta el golpe de estado en 1973 en Chile, trata en sus libros. No obstante, al avanzar las páginas nos reencontramos con un mundo más allendista al dar el salto a Latinoamérica y a Estados Unidos, país en el que vive desde 1987 como una “eterna inmigrante” en California.

Y es que esta novela es una historia de la inmigración, de las personas que sueñan llegar a Estados Unidos para escapar de la pobreza y la violencia y lo que se encuentran es una ley que separa a las familias y deja a los niños en un limbo sin sus padres.

Isabel Allende nos lo cuenta a través de la familia de Leticia que escapa con su padre de la masacre de El Mozote en El Salvador o la de Anita que huye con su madre de México. Allende muestra la realidad violenta de esos países y el drama de los que tienen que dejar lo poco que tienen y arriesgar su vida para intentar llegar a Estados Unidos, donde se lleva a cabo una salvaje política de inmigración.

La maestría de Isabel Allende para conducir al lector por donde ella quiere sin soltarlo de la mano para tenerlo enganchado a la historia es indiscutible. Sus más de 30 obras la avalan, muchas de las cuales han sido grandes éxitos de ventas. Desde su primera novela La casa de los espíritus, en el año 1982, que ya forma parte de la historia de la literatura latinoamericana hasta otros como Paula, Cuentos de Eva Luna, Inés del alma mía, Hija de la fortuna, etc. Ganadora de numerosos premios literarios, aún tiene una espinita clavada y todavía recuerda en las entrevistas cómo sus colegas chilenos y del boom no la tenían en cuenta. Bolaño decía que “no era escritora, que era una escribidora”.

Es difícil conjugar ser una súperventas con el beneplácito de la crítica y de los colegas pero en este alto del camino Isabel Allende ha conseguido las dos cosas -se ha convertido en la primera escritora en lengua española premiada con la medalla de honor del National Book Award, en Estados Unidos-.

En esta última novela su mirada está más pegada a la realidad política y social actual, incluida al Covid, pero se echa a faltar aquella magia de sus principios, aunque Allende sigue introduciendo pequeños toques fantásticos. Se aprecia en la historia la influencia de su hija Paula, fallecida a los 29 años, educadora y psicóloga que trabajaba como voluntaria en las comunidades marginales en Venezuela y España y que parece insuflar vida a algunas de las protagonistas de El viento conoce mi nombre. Tras su muerte, en 1996, Isabel Allende creó una Fundación para continuar su labor.