El caso John Grisham
En los años 1990 se convirtió en el rey del «thriller judicial». Aunque pasó su época dorada, sigue publicando regularmente al menos un libro al año y sus seguidores siguen abducidos por sus intrigas legales. En octubre llegó a las librerías su novela “Isla maldita” (Plaza&Janés).
Texto: Pere Sureda Foto: Ruth Palmer
Situémonos a finales de 1980, en Estados Unidos. Tierra de best-sellers internacionales. Hay dos escritores que trabajan en sendas novelas sin conocerse todavía… No saben que entre una y otra obrarán el “milagro” de la resurrección de los llamados thrillers legales. Es importante señalar esto porque, probablemente, el uno sin el otro no hubieran podido crear ese fenómeno, sin pretenderlo además. Y creo que tampoco lo habrían logrado aunque se lo hubieran propuesto.
Scott Turow publicó su famosísima novela Presunto inocente en 1987 y se aupó muy rápidamente en los puestos de los libros más vendidos. John Grisham publicó su primera obra (y no exitosa en el momento de su puesta en venta en 1989) Tiempo de matar.
Fue el 1 de febrero de 1991 cuando su segunda e instantáneamente exitosa novela, La tapadera, destapó el boom de los thrillers legales, que entonces empezó a leer todo el mundo, con múltiples traducciones. Turow escribía en Chicago y Grisham en Jonesboro, Arkansas. Ambos noveles y a una considerable distancia geográfica uno de otro.
Grisham recuerda que su primer impulso para escribir Tiempo de matar fue la novela de Harper Lee, Matar a un ruiseñor, obra ganadora del Premio Pullitzer en 1961, y la tremenda ola que creó la novela de Turow, Presunto inocente. Cuando publicó su primera novela, John Grisham ya estaba escribiendo la que le llevaría al éxito internacional, La tapadera. Con una diferencia de tres años escasos, y con el séptimo arte como aliado, ya se estaba rodando Presunto inocente, que batió récords de taquilla en todo el mundo y ya es un clásico contemporáneo. Harrison Ford y Raúl Julia se lucen bajo la batuta del infalible Alan J. Pakula. En 1990 se estrena la cinta y en 1991 se publica La tapadera. Que comienza muy pronto a rodarse en Hollywood y se estrena en 1993 con otro reparto de lujo: Tom Cruise, Gene Hackman, Jeanne Tripplehhorm, Ed Harris, etc, bajo la batuta de otro de los grandes directores que nos ha proporcionado la industria cinematográfica de Hollywood, Sydney Pollack.
Pensándolo y trabajando en busca de datos para este artículo, hoy en día se ve claro que “algo tenía que pasar”. Mucho actorazo, muchas geniales actrices, gigantes de la dirección y dos novelas imbatibles que ya siempre recordaremos. O eso creo yo.
Y se abrió la lata. Surgieron algunos buenos escritores de thrillers legales, Steve Martini, Brad Melzer, Richard North Patterson, Lisa Scottoline… Pero los que vinieron para quedarse son estos dos genios de la escritura. Cada uno con su estilo y sus temas, cada uno en una parte de Estados Unidos
Afirma Ken Follett que “Grisham es el mejor autor vivo de thriller. “Un escritor maravilloso, instintivo y extraordinario”, nos recuerda Scott Turow. “Las novelas de Grisham son clásicos, y esto es un cumplido” afirma The New York Times. “Cuando Grisham entra en el tribunal, va a por todas; crea escenas tan reales que no solo están vivas sino que vibran.” Escribió el diario The Mirror. Un autor que hoy seguimos leyendo, esperando qué trampa nos estará poniendo para pillarnos desprevenidos y darle la vuelta a la tortilla. Ese es mi caso.
También he tenido algo que ver con la traducción y publicación de su obra en español, en América Latina y España. Y debido a ello he compartido con John Grisham una cena y alguna reunión informal en la época en que trabajaba junto a Blanca Rosa Roca en los mejores años de Ediciones B. Afirmo: Grisham en persona es un tipo de una pieza. Educadísimo, cordial y con sentido del humor. Cercano. Y muy bien vestido.
Recuerdo que todo empezó cuando era director comercial de Ediciones B/Grupo Zeta, con voz y voto en las reuniones semanales de edición, en las que estaban todos los editores de los distintos sellos, la directora general y yo. Ahí se hablaba de las ventas, de la calidad, de las portadas, de las propuestas de publicación, etc. Eran las reuniones que más me gustaban, que más me exigían, en las que más aprendía y en las que podía compartir con mis compañeras/os los avatares del caprichoso mercado del libro.
Una de mis otras tareas que hacía con gusto era leerme cada semana las listas de best-sellers que publicaba la revista Publishers Weekly, a la que estábamos suscritos en la editorial. Me parecía fascinante, hablo de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, ver que determinado título -no sabía inglés en aquella época- llevaba 54 semanas seguidas en el número uno de la lista de los más vendidos. Siempre -por un automatismo que no sé de dónde me viene- recordaba los títulos y el autor. Y, visitando librerías y más librerías los títulos cuyo autor me llamaba la atención, siempre iba a los títulos de crédito a buscar el título original. En España tenemos la costumbre de cambiar, quizás demasiadas veces, el título original de la obra. Se supone que para darle más gancho al libro, lo que se llama marketing. Y yo ya llevaba bastante tiempo buscando The Firm de John Grisham, que en aquel entonces publicaba en España la colección Planeta best-sellers, sin éxito ninguno y me da la impresión que sin tenerle mucha fe. Una tarde entré en el ya cerrado Drusgtore del Paseo de Gracia de Barcelona y, como siempre, me puse a repasar las novedades, y esa tarde, ¡eureka! Lo encontré. Recién publicado en la colección -portada horrible como todas las de esa colección- BESTSELLER MUNDIAL, con el acertado título que me despistó en un primer momento de La tapadera.
No solo lo compré, me lo leí en dos días y desde aquel momento supe que teníamos que hacernos y promocionar debidamente a ese autor, el cine aún no había irrumpido y era desconocido. Recuerdo que se lo llevé a Blanca Rosa Roca y le dije que lo leyera ya. Y que teníamos que contratarlo. Con su prudencia habitual y conociendo lo impulsivo que puedo llegar a ser, me calmó y me dijo que por supuesto lo leería. Compartíamos gustos similares, por John Irving entre otros. A la semana siguiente, tomando un café, Blanca me contó que le había fascinado y que estaba de acuerdo en ir a por todas. Contactamos con Cristina McInnnerney, nuestra scout en Nueva York y le contamos nuestros planes. Ella nos pasó el nombre de su agente literario de aquellos momentos y nos emplazamos a hablar con él en la Feria de Frankfurt. Lo conocimos, un señor muy amable pero tajante, y nos informó que ya tenía vendidas a Planeta las tres siguientes novelas de John Grisham. ¡Menudo palo nos llevamos!, pero en ningún momento lo dimos por perdido. Cada año nos acercábamos a él para intentar contratar, al menos dos novelas sin escribir. Le expusimos un espectacular plan de comunicación, publicidad, expositores, tirada de 100.000 ejemplares garantizada y sinceramente… lo que quisiera. Finalmente en 1994 firmamos el contrato para dos novelas por veinticinco millones de pesetas cada una. Y Planeta aún tenía pendiente publicar dos. No fue hasta 1996, el 10 de junio exactamente, cuando nos sentimos editores de John Grisham. Recuerdo que en esa primera edición tuvimos que cambiar ligeramente el formato para poderlo imprimir en rotativa ya que con esa cifra el ahorro era grande. El libro rebasó los 175.000 ejemplares y seguimos con el autor ya en nuestro catálogo. Han pasado casi 30 años, con altibajos a causa de su pasión al béisbol y a las novelas juveniles. Pero, dadas las actuales características del mercado contemporáneo, puedo afirmar que las novelas que se publican cada año, y algún año dos, no bajan de los 80.000 ejemplares de venta en España. Y que las ediciones de bolsillo se reimprimen regularmente. Aunque el dato se empequeñece si sabemos que en todo el mundo lleva vendidos más de 360 millones de ejemplares de toda su obra publicada. Es un fenómeno y un caso como este no podemos obviarlo. Vamos a ver si soy capaz de contar porque leo todas las novelas de John Grisham.
Un autor que atraiga y se mantenga -llegar siempre es más fácil que mantenerse- entre los escritores que venden en todas las lenguas y culturas del mundo debe tener algo que sea común a todos nosotros. Que nos concierna. Y lo tiene. En sus primeras novelas eso que tiene lo encontrábamos pronto. Un juicio de pena de muerte, un asesinato con testigos, un linchamiento, una muerte repentina. Todas ellas cuestiones que, bien escritas, y Grisham es un buen escritor, nos zarandean los sentimientos, rápidamente nos ponemos de parte de alguien, tenemos nuestro culpable y todo eso hace que queramos saber la resolución del caso ¡y pronto! No podemos dejar el libro a medias porque nos reconcome la ansiedad. Ese es uno de los logros de todo buen escritor de thrillers, pero Grisham sabe escoger muy delicadamente los temas, y ninguno de ellos nos es ajeno. Ese gancho que nos metía en la sala de justicia ya con nuestras elucubraciones formadas, Grisham lo situaba al principio de sus novelas. No quiero decir que haya renunciado a esa forma de contar, pero en las de los últimos años parece que no necesita tener atrapado al lector/a desde el principio, porque el solo nombre de nueva novela de John Grisham automáticamente le garantiza la atención.
En la nueva novela, que en castellano salió en octubre y se titula Isla Maldita –Camino Ghosts, en el original inglés- el autor nos sitúa en una isla paradisíaca, en la boda de una escritora despampanante y un abogado del que nos revela muy poco al principio. En la boda todos tienen que ir descalzos, porque la caprichosa Mercer -la escritora- quiere que todos sus invitados paseen por la arena de la playa de Camino Island. Todo expuesto como si fuera una novela de la mismísima Danielle Steel.
Finalizada la ceremonia y mientras departen con su amigo Bruce -que es el librero de Bay Books, la única librería de la isla-, este le comenta a Mercer que mañana a primera hora tiene que pasar sí o sí por su establecimiento. Que se trata de un tema muy importante. Puesto que no salen de luna de miel a unas islas escocesas hasta la noche siguiente, Mercer puede ir, bastante intrigada, a la librería. Bruce le dice que tiene el tema, que ella tanto ha estado buscando, para su próxima novela y que se trata de que tiene que leer La oscura historia de Dark Isle, un libro autoeditado por Lovely Jackson, quién afirma haber nacido ahí en 1940 y ser la última y única propietaria de la isla.
El enclave es una de las dos islas barrera más pequeñas de todas las que hay entre Florida y Georgia y nunca se ha construido nada allí. Bruce le propone a Mercer que se lleve el libro y a su regreso le monta una comida con la autora, para que con el libro leído puedan ver cómo lo novelizan. En paralelo, nos cuenta cómo uno de los mayores conglomerados de la construcción del mundo está intentando registrar un permiso para construir un resort de lujo, casinos y edificios en toda la isla.
Tenemos una historia, una / dos escritoras, una isla muy atractiva para los negocios del imperio de la construcción y un abogado, el marido de Mercer, que se ocupa de temas técnicos, como las querellas contra el medio ambiente y las grandes constructoras. ¿Escribirá el libro nuestra protagonista? ¿Se lo impedirá la tozuda propietaria sin papeles de la isla, que insiste en que ella es la única que sabe dónde están enterrados sus padres y abuelos y que nadie más los podría encontrar? ¿Qué papel les corresponderá a los constructores multimillonarios y rapaces como pocos? Ahí es donde John Grisham te atrapa, y estamos en la página 37 de un libro de más de 350 páginas.
¡Nos ha vuelto a pillar! ¡Nos ha encerrado en su sala de juicios particular y redoblamos la atención porque nos damos cuenta de que estamos en campo minado. Todo puede suceder.
Esto puede resultar fácil de explicar y hasta obvio. Pero no se equivoquen, ese tipo de trabajo lleva consigo un nivel de información contrastada y una capacidad para crear personajes y atmósferas impresionantes. Es ahí donde reside la magia de John Grisham.