El adiós de Richard Ford a Frank Bascombe

Con “Sé mía” (Anagrama), el escritor estadounidense cierra la saga protagonizada por Frank Bascombe.

Texto: David PÉREZ VEGA  Foto: María Teresa SLANZI

 

En mayo de 2001 leí El periodista deportivo, que abría la saga de libros de Richard Ford (Jackson, Mississipi, 1944) protagonizados por Frank Bascombe. En octubre del mismo año leí El día de la independencia, segundo libro de la serie.

Entre diciembre de 2015 y febrero de 2016 decidí leer seguida toda la serie de Bascombe. Así que releí El periodista deportivo (1986), El día de la independencia (1995), y me acerqué, por primera vez a Acción de gracias (2006) y Francamente, Frank (2014). Fue una gran experiencia lectora.

El periodista deportivo está ambientando en 1983 y su protagonista, Frank Bascombe, tiene treinta y ocho años. En esta novela, Frank se ha divorciado hace poco de su mujer Ann, tras la muerte de su hijo mayor Raph, a los nueve años, y se encuentra bastante descentrado vitalmente. El día de la independencia se sitúa en 1988, y Frank –que ya ha dejado se ser periodista deportivo y se dedica a vender casas– hace un viaje, junto a su hijo Paul, de quince años, para visitar los Salones de la Fama deportivos. Su hijo ha empezado a tener comportamientos extraños y Frank quiere pasar más tiempo con él. En Acción de gracias, estamos en el 2000 y Frank tiene ya cincuenta y cinco años. Sigue en el negocio inmobiliario, aunque ahora con una empresa propia y ayudado por Mike Mahoney, un inmigrante de origen tibetano. Le han diagnosticado un cáncer de próstata y, para tratarlo, le han inyectado semillas radioactivas, lo que hace que tenga que orinar casi cada hora.

Francamente, Frank es un libro notablemente más corto que los anteriores y tiene una estructura diferente. Está formado por cuatro relatos. Frank tiene sesenta y ocho años, y en estos cuatro relatos, ambientados en diciembre de 2012, se va a encontrar con diferentes personajes. Frank ha superado el cáncer que le aquejaba en el libro anterior, pero esta cuarta entrega de la saga está llena de símbolos funestos.

 

Richard Ford publicó Francamente, Frank en 2014, el año que cumplía setenta años, y llegué a pensar al leerlo que había escrito un libro más corto que los anteriores y con una estructura en apariencia más sencilla, porque ya estaba mayor y no tenía fuerzas para enfrentarse a una obra de largo aliento como las tres anteriores, que tenían un buen número de páginas. Sin embargo, la calidad literaria de este conjunto de relatos entrelazados no bajaba respecto a las anteriores entregas. Y lo que sí que, desde luego, creía era que Francamente, Frank era una coda para la serie de Bascombe y ni se me ocurría imaginar que pudiera aparecer un quinto libro. Por esto mismo, mi alegría fue enorme al ver anunciada Sé mía, una novela de casi 400 páginas de Richard Ford, retomando una vez más el universo de Frank Bascombe. El libro se ha publicado en Estados Unidos en 2023, cuando Ford cumplía ya setenta y nueve años, y habría empezado a escribirla –supongo– unos años antes, pasados ya, en cualquier caso, los setenta y cinco años. ¿Estaría Sé mía a la altura de la serie de Frank Bascombe o Ford habría ya, definitivamente, bajado el nivel?

 

En Sé mía, Bascombe tiene setenta y cuatro años. Nos encontramos, por tanto, en 2019. Como telón histórico de fondo están los Estados Unidos del presidente Donald Trump. Frank es abiertamente demócrata, y hablar de su mirada política del mundo ha sido siempre un punto importante en esta serie. Sin embargo, también –como representante masculino promedio de su generación– se va a sentir amenazado por lo políticamente correcto y el feminismo. Así leemos en la página 120: «Es el viejo chiste del agente inmobiliario de cuando las bromas eran legales: “Traiga a su mujer y negociamos”. Eso ya no volverá»; o en la 147: «A los hombres ya no se nos permite decir que simplemente nos gustan las mujeres». En la página 192: «Le he preparado el desayuno, que ha tomado solo (gachas de trigo, le gusta el feliz chef negro que sale en la caja, que, naturalmente, en estos tiempos que corren están retirando poco a poco)». Estas mismas ideas, las leí hace unos meses en Sale el espectro (2007), donde Philip Roth nos hablaba de la última etapa de la vida de su personaje Nathan Zuckerman.

 

Paul, el hijo varón superviviente de Frank, tiene cuarenta y siete años y ha enfermado de ELA, en su variedad más agresiva, la que hace que la degeneración muscular sea muy rápida y esté abocado a una muerte prematura. Frank, que aún trabajaba en Haddam unas horas a la semana como agente inmobiliario, a las órdenes ahora de su antiguo empleado, Micke Mahoney, convertido en millonario, ha pasado a ser el cuidador de su hijo.  Paul y Frank se han trasladado a vivir a Rochester, en el estado de Minnesota, para que Paul pueda ser atendido en la prestigiosa clínica Mayo, donde ha sido recomendado con Catherine, una doctora que Frank conoce desde 1983, y que era su joven amante en El periodista deportivo. En 1983, Catherine tenía veinticuatro años y ahora tiene sesenta. Frank y Paul viven, desde hace siete semanas, en una casa prestada por Mike Mahoney.

 

Como ocurría en los tres primeros volúmenes de la saga, la acción de Sé mía transcurre en unos pocos días, cuatro o cinco, que terminarán el día de San Valentín de 2019. También, como ocurría en el resto de novelas, la información que va a recibir el lector sobre la vida de Bascombe es mucho más amplia que la acumulada en esos pocos días, ya que, mediante el recurso de la analepsis, Bascombe repasará amplias zonas de su biografía; algunas conocidas por el lector de la serie, a las que se vuelve aportando más detalles, y otras nuevas. Como ocurría en Acción de gracias, al cuerpo principal de la novela le antecede un preludio y un epílogo –ambos titulados Felicidad– en el primero, Bascombe expone las circunstancias vitales de sus últimos dieciocho meses, y en el epílogo le explicará al lector cómo fue su vida en los meses posteriores a los acontecimientos narrados en las páginas centrales de la novela.

 

Frank ha tenido la idea de hacer un pequeño viaje desde Rochester (Minnesota) hasta el monte Rushmore (Dakota del Sur), para lo que su hijo y él han de alquilar una caravana. En gran medida, Sé mía es una novela de carretera. De hecho, Sé mía juega a repetir la estructura de El día de la independencia treinta y un años después. En El día de la independencia Frank iniciaba un viaje con Paul para visitar los Salones de la Fama deportivos y, de este modo, compartir con su hijo adolescente una experiencia puramente norteamericana que les permitiera acercarse y conocerse. Paul estaba pasando entonces por un momento vital complicado, ya que, a sus quince años, había intentado robar condones en una tienda y había agredido a la dependienta que trató de frenarle, lo que le iba a llevar a un juez de menores, además se había empezado a expresar mediante ladridos y relinchos. En la actualidad de 2019, Frank sigue teniendo problemas de comunicación con su hijo, quien ya ha abandonado su empleo de creador de tarjetas cómicas (como descubrimos en Acción de gracias) y se dedicaba a la logística humana (una especie de guarda de seguridad sin armas), antes de empezar a tratarse el ELA, trabajo que le fascinaba. Paul es un hombre de cuarenta y siete años con un sentido del humor peculiar y no siempre entendible por los demás, que en el pasado quiso ser ventrílocuo (su muñeco de madera viajará con ellos al monte Rushmore), pero que usaba a su muñeco para lanzar pullas a sus padres y que nunca consiguió hacerle hablar sin mover él su propia boca. Frank nos acabará confesando que no le acaba de caer bien su hijo, que fue un niño raro y que él y su mujer imaginaron que se volvería normal cuando creciera, pero que no llegó a ser así.

 

En 1954, Frank, a sus diez años, viajó con sus padres al monte Rushmore, y él quiere ahora repetir esta experiencia con su propio hijo, aunque las circunstancias sean muy distintas y la idea de que Frank va a tener que sobrevivir a la muerte de su segundo hijo planea sobre toda la novela.

Respecto al resto de la serie, Ford sigue jugando con las fiestas y estas tienen un significado y una evolución temporal, de forma simbólica, con distintas etapas de la vida. El periodista deportivo se articulaba alrededor de la Pascua, que se celebra a finales de marzo o principios de abril y en ese primer libro Frank tiene treinta y ocho años para cumplir treinta y nueve, lo que podría simbolizar el final de la primavera. En El día de la Independencia se evoca el 4 de julio, es verano y Frank tiene cuarenta y cuatro años y ha alcanzado la madurez. En Acción de Gracias, la fiesta evocada tiene lugar en noviembre y esta novela está llena de avisos de muerte, aunque Frank tiene solo cincuenta y cinco años. En Francamente, Frank nos acercamos a la Navidad, con un Frank de sesenta y ocho años, que ha dejado atrás su cáncer y tenemos aquí un libro melancólico, pero más luminoso que en el anterior. En Sé mía la fiesta evocada es la San Valentín, a mediados de febrero; por tanto, aunque se sobrepasa el fin de año, la lógica temporal de las fiestas se mantiene, y el paisaje de fondo es el de una gélida Minnesota, con nevadas y un gran frío invernal, que acaba actuando de modo simbólico sobre la situación vital de los personajes, ambos al final –posiblemente– de sus experiencias vitales. Sin embargo, en Acción de gracias, con un Frank de cincuenta y cinco años, había un aire de amenaza en la narración mayor que el que Ford ha plasmado en Sé mía, que es una novela más luminosa sobre la experiencia vital de sus protagonistas.

 

Richard Ford, como ya he hecho otras veces en su serie de novelas de Bascombe, va desgranando al personaje por partes; es decir, que Ford suele sorprendernos con una nueva faceta de la vida de Bascombe, que hasta entonces había permanecido oculta. Así, en este libro, me ha llamado la atención que Bascombe se había enamorado, en las semanas que llevaba en Rochester, de una mujer mucho más joven que él. Es esta parte de la novela particularmente patética y emocionante, y nos descubre la capacidad eterna de hacer el ridículo y autoengañarse de los hombres, a pesar de la edad, en busca del amor.

La descripción de las gentes y los lugares de Estados Unidos sigue siendo muy minuciosa, significativa y poética.

 

Me ha parecido detectar dos pequeños errores en la novela. En la página 56 leemos: «Ann es su madre, que murió hace dos años (…). La semana de San Valentín es el aniversario de su muerte» y en la página 64: «El octubre pasado se cumplieron dos años de la muerte de Ann». En la página 327 leemos: «hace dos noches, cuando estaba dormido frente al ordenador y Tiger ganaba su quinto Masters de Augusta.» Al buscar en internet descubro que Tiger Wood ganó su «quinto Masters de Augusta» el 14 de abril de 2019, y la trama está ubicada en febrero de ese año. A pesar de estos pequeños detalles, en realidad creo que Richard Ford está en plena forma y no tiene problemas para manejar la información que le ha dado al lector en las cerca de 2.000 páginas anteriores de la serie de Frank Bascombe y volver a evocarla con precisión y dibujando nuevos detalles.

 

Como ya he dicho, a pesar de la descripción de los síntomas y avances de la enfermedad de Paul, Sé mía es una novela menos oscura que Acción de gracias y Francamente, Frank; en esta última entrega, Bascombe se esfuerza por mirar el mundo con optimismo, en su búsqueda sin fin de la felicidad.

No es esperable ya que Richard Ford vaya a continuar con la serie de Frank Bascombe, y considero que este quinto libro es un magnífico broche a esta saga narrativa, que es una de las obras más importantes de la literatura en lengua inglesa de los últimos cincuenta años.