Antonio Gala  “Murió vivo”

El escritor cordobés falleció este domingo y para su epitafio dejó esta frase “Murió vivo”. Hace diez años el periodista y escritor Antonio Iturbe lo visitó en su casa de Madrid para charlar sobre su último libro “Quintaesencia” pero, sobre todo, para conversar sobre la vida y de su otra cara de la moneda, la muerte. Esta es la entrevista que surgió de ese inolvidable encuentro.


Texto: Antonio ITURBE  Foto: Asís G. AYERBE

 

Aunque las jóvenes generaciones creen que es únicamente un novelista atildado con aspecto de señorito andaluz para señoras sentimentales, hay muchas capas bajo su eterno pañuelo de seda. Los no tan jóvenes recordamos al Gala autor de teatro de éxito, polémico, personaje de la cultura con gran visibilidad pública. También, guionista de televisión en los años 1970, artífice de un programa raro y rupturista en aquella tele en blanco y mucho negro como Paisaje con figuras (dirigido por Mario Camus), en el que se recreaba a través del monólogo la vida de personajes polémicos de la historia de España. El entonces presidente del Gobierno, Arias Navarro, suspendió la emisión porque, en el episodio de Juan Sebastián Elcano, se recitó un padrenuestro en euskera. Y, antes de eso, el Gala poeta. Ya en 1959, con veintitantos años, fue accésit del premio Adonáis de poesía con Enemigo íntimo. Está también el Gala de las troneras periodísticas, siempre a su aire (actualmente alojado en diario El Mundo, con cuya línea editorial no siempre coincide). De hecho, lo del Gala novelista de éxito es algo reciente, no arranca realmente hasta el Premio Planeta con El manuscrito carmesí, en 1990. Después vendrían La pasión turca y más novelas menos recordables empujadas por el propio torbellino de su éxito.

Imposible trazar una biografía de Gala. Cuanto más se empeñan unos y otros en rastrear sus pasos en el pueblo de Ciudad Real donde nació, más se obstina él en irlos borrando. Él se reivindica como andaluz porque allí pasó su juventud y allí se formó. Es imposible saber su edad, pues en todas las fuentes las fechas de nacimiento bailan: 1930, 1929, 19128, 1935 -Y de eso también hablamos cuando le visitamos en su casa en una zona apacible de Madrid, una casa grande con un pequeño jardín, con escaleras de madera que crujen y un aire cálidamente anticuado, más acogedora que lujosa. “Esta casa se la compré a Julio Iglesias”, me confiesa con su voz melosa y un punto pícara. Porque Antonio Gala ha pasado un cáncer del que no se sabía si iba a salir y ha pasado también una barrera de años, nunca sabremos cuántos, que debe de ser de ocho traviesas, pero sigue siendo, en su fragilidad, incluso más aún por eso, un seductor empedernido. En la gran buhardilla donde está su mesa de trabajo lo contemplan desde las paredes los quinientos premios y distinciones que ha recibido. Los tiene contados. Uno se lo imagina algunas tardes, en la soledad de su buhardilla, revisando los galardones como si se mirase a un espejo que siempre le va a devolver una imagen joven y triunfadora. Hay algo en Gala que transmite fragilidad, más allá del éxito económico y social o de su legendario carácter de iracundo cuando se le gira el cierzo. Se apoya, ahora ya sí con más uso que coquetería, en uno de los bastones de su colección, que llega a los mil. Gala tiene otro bastón, la presencia omnipresente de su secretario Luis, que tiene la virtud de aparecer cuando es menester. Los ojos de Antonio Gala tienen las pupilas desmesuradamente dilatadas, con algo de alucinado. Pero no da puntada sin hilo y hay en sus palabras casi susurrantes una serenidad que excede el discurso esteticista y adornado de otros tiempos. Y no pierde el sentido del humor (la gente que lo ha tratado te dice que, en petit comité, su lengua es gozosamente venenosa y que, con sus ingeniosas puyas, no deja títere con cabeza). Él, de aperitivo de bienvenida, me cuenta la historia (se non è vera è ben trobata) de cómo debe su nombre a su ama de cría: su padre quería bautizarlo “como Martín, porque en la familia, por parte de los Cuéllar, siempre había un Martín. Pero el ama se abalanzó sobre el cura y le dijo: “¡A mi niño no le van a poner Martín!”. Y es que, entonces, me hubiera llamado Martín Gala… ¡martingala!”. Y, al contarlo, sus ojos echan chispas, sabe que cautiva al que le escucha, revive. No se molesta en disimular que el libro que ahora publica, Quintaesencia de Antonio Gala, apenas lo ha ojeado, confiado en la selección de Isabel Martínez Moreno de sus frases y pensamientos. Está ya en mucho de vuelta: Antonio Gala empieza a despedirse de Antonio Gala.

La última carcajada

El libro se ordena alfabéticamente como un diccionario con palabras clave sobe los que se recopilan fragmentos de sus artículos y escritos al respecto: amor, belleza, democracia, poder, poesía, sexo…

Es que he escrito mucho en mi vida…

Al inicio de cada una hay una entradilla o fragmento destacado: ¿es lo que usted ha querido señalar como más relevante de su pensamiento sobre cada entrada? ¿Es una forma de remachar el clavo?

No soy yo mucho de remachar el clavo.

¿Pero está conforme con la selección de fragmentos de este libro?

Claro. En este libro lo que ha habido es mucho afecto y mucho cariño.

¿Por qué publicar ahora esta Quintaesencia?

Supongo que saben que ya no voy a publicar nada más en vida.

Nunca se sabe.

Nooo…

Yo le veo muy bien…

Porque tienes muy buena vista.

Le veo de muy buen talante, de buen humor.

¡Hombre, estaría gracioso que recibiera a alguien para tratarlo a patadas!

Pero usted no ha perdido la sonrisa…

No me trates de usted, que me da mucho coraje. El humor no hay que perderlo. Mi última voluntad será una carcajada.

Empieza el libro por la “A” de “alegría” y acaba con la “V” de “vida”. Eso es indicativo de alguien alegre y vitalista.

¡No soy alguien siniestro!

¿Dirías que lo que te ha caracterizado es ese disfrutar de la vida intensamente, esa sed de vivir?

Es lo único que tenemos…¡Vivir! Vivir esta vida. No me fío de segundas partes.

Amor

Y, después de “alegría”, cerca de cuarenta páginas dedicadas a textos sobre el amor.

El amor…

Se lee en ellos que el amor te salva, pero también te condena. Para ti, ¿el amor ha sido la solución o el problema?

En mi caso ha sido más problema que solución. No ha sido un sentimiento alegre. El sentimiento meditativo que es el amor, el sentimiento de entrega que es el amor, de desguarnición…te hace sentir indefenso. No tiene por qué ser alegre.

Dices del amor que cuanto más entregues más tendrás…¿Es un sentimiento generoso?

¡Generoso por egoísta!

¿Cómo es eso?

Hombre, cuantas más entregas más tienes.

Pero cuanto más entregas más desnudo te quedas, ¿no?

Es que, en el amor o estás desnudo o no es amor. La desnudez en el amor es esencial. Si no, te estás disfrazando y están amando a otra persona que no eres tú.

Pues si tantos sufrimientos acarrea el amor…¿no sería mejor esquivarlos y retirarnos par vivir un poco eremitas?

¡Si tú puedes esquivarlo…! Yo, en este momento, no tengo la menor necesidad del amor.

¿Has llegado a la etapa de la serenidad?

Nunca he usado calendarios de vida de esos que te dicen “en esta edad conviene que”…

Lo de tu edad es un misterio. En todas las fuentes aparece una fecha distinta de nacimiento. ¿La única fiable es la de tu carné de identidad o ni esa?

Esa, la que menos. Mi carné de identidad está falseado, como Dios manda. ¡No voy a decir yo la verdad en un carné! Yo tengo carné de conducir y me han echado de todas las autoescuelas de España. Tengo carné de conducir porque me lo regaló un ministro de la gobernación, supongo que con la intención de que no lo usara nunca. Todos los carnés son mentira, las edades son falseadas.

Has logrado formarte una aureola de hombre enigmático…

Enigmático no: múltiple.

¡Te divierte alimentar ese juego!

Bueno, al menos no contradecirlo. Que cada uno ponga lo que quiera.

¿Tiene algo de juego el ir construyéndose uno mismo su propio personaje?

No, no … a mí me construyeron.

Entonces, ¿quién es realmente Antonio Gala?

Antonio Gala es, en el fondo, mi contrincante, no me hace ninguna gracia.

¿Tú no mandas sobre él?

En determinados momentos sí; en otros, no. Al que premian es a Antonio Gala, al que dan los méritos es a Antonio Gala.

Te hicimos una entrevista  hace dieciséis años, y decías: “Sin dudarlo, arrebatadamente, con la mayor pasión posible, traten de ser quien son”. ¿Tú no has podido serlo?

No es una contradicción, es un buen consejo que dar a los demás: traten de ser quien son, no quien los demás imaginan que son. La gente ha imaginado una cosa, me quiere por ella y yo no voy a ir vestido de flamenca, por ejemplo. Yo he sido muy querido por la gente y me da pena decirles: no soy como creen ustedes.

¿Y esa mochila a cuestas de ser quienes los demás esperan no resulta agotadora?

Tengo un enorme desvalimiento y la gente se apoya en mí y digo: ¡pero si no tengo fuerzas ni para mí, cómo voy a llevar una carga ajena! Y la puedo llevar quizás mejor que la mía. Los que me han querido de verdad, como la dama de Otoño (su amiga  íntima, la condesa de Zumaya), cuyas cenizas están ahí y se distribuirán con las mías por los jardincillos de mi fundación, que es lo que más quiero, no me querían por mis méritos. Ella me quería por mi invalidez. Porque yo no sirvo par nada, de verdad. Fíjate, si en este momento el secretario desapareciera… yo no sabría ni dónde buscar el servicio doméstico, y sin domesticar. Ya no tengo más que un perrillo, que se llama Mambrú, no quiero tener más porque no quiero dejarlos solos. Han muerto todos los demás, están enterrados en un cementerio para ellos en la Baltasara (su casa de Córdoba).

¿Eso de estar pensando dónde esparcir tus cenizas no es algo cenizo?

Es que yo no quiero estar enterrado. El que no crea en la otra vida, quemado, no enterrado. Hubo una señora del Opus que no sé qué confusión tuvo porque cada uno quiere y adora al Antonio Gala que conoce, no al Antonio Gala que es el de verdad. Y le daba por decir que yo adoraba los cementerios. Bueno, me gustan, pero … ¿yo enterrado? ¿Cómo un torero dando un pase y debajo el muerto? No, no: quemado.

¿Pensar en la muerte te ha hecho acercarte a la religión?

En este momento no tengo ninguna religión ni creo en nada. Me parece que la Iglesia podía tener una actitud bondadosa y solidaria con la gente, pero me temo que no la tenga.

Identidad

Las jóvenes generaciones creen que siempre has sido novelista. ¿Por qué no has vuelto al teatro?

El teatro ya no me interesa, ya no se hace buen teatro. Antes había un entusiasmo misterioso, que ya no percibo. Pero tampoco es que lo haya dejado… Yo no he tomado ninguna decisión sobre mi vida.

En tu época de autor teatral tenías mucha actividad. Protagonizaste, por ejemplo, una polémica gorda con Jordi Pujol porque dijiste en Barcelona que “las señas de identidad se estaban poniendo pesaditas”.

Si con las señas de identidad tienes que ponerte cargante es que no son de identidad. Si no saltan a la vista, no son de identidad.

¿Cómo ves ese asunto veinte años después?

Ese chico, Mas, no funciona. Mas es menos.

Has escrito que “hay que ser andaluces pero no andalucistas, porque eso es una caricatura”.

¡Claro! Es como si tuviéramos que ir vestidos de faralaes todo el mundo. Es como los andaluces que hablan así: “¡¡Que son grasioosos!!” (e importa el acento andaluz)… ¿Pero por qué coño tienen que ser graciosos los andaluces? Son estereotipos, son falsos. Andalucía es variopinta y yo he vivido en toda ella, y hay partes de ella que no puedo soportar.

Infancia

Hay escritores que reivindican su infancia, pero tú no la describes como un tiempo feliz.

No, no lo fue. Y, en cambio, fíjate lo que me sucedió. Las dos personas que yo más he querido han sido mi padre y mi hermano, los dos médicos. Yo tenía un padre que me adoraba… pero yo no lo sabía. Yo era su favorito y nunca me di cuenta. Él no quería ser injusto mostrando su favoritismo hacia mí. Estando yo en Florencia, dirigiendo una sala de arte, me llaman y me dicen que mi padre tiene esa enfermedad…esa con ese nombre….

Parkinson

No… Bueno que no reconocía.

Alzheimer…

Eso. Y yo dije, voy para allá. Yo cuidaré de él. Y él no sabía quién era yo, no me reconocía, y me hablaba continuamente a mí sobre mí. Entonces lo supe. Hablaba de “su niño”: todo lo que sé de mi infancia de 2 años lo sé por él. Yo lo sacudía y le decía: “Papá, soy yo”. Y nada. Y contaba y contaba de su niño querido. Fue emocionalmente agotador. La enfermedad tradicional en mi familia ha sido el Alzheimer, por eso lo que quiero es terminar ya.

Tienes memoria de elefante, no se te ve afectado en lo más mínimo…

Lo estoy. (Sonríe) ¡No me acordaba del nombre! Debe de ser una superstición el no querer que el nombre de Alzheimer aparezca en las conversaciones.

Gala contra Gala

Si tanta confusión hay sobre quién eres…¿por qué no escribes tú un libro contándolo?

La editorial Planeta está como una perra rabiosa detrás de mi autobiografía. Hace un par de años, antes del cáncer este espantoso, les dije: “Voy a empezar y os voy a dar el título, Autorretrato con paisaje al fondo, que es un título absolutamente clásico y respetuoso”. No la escribí y ahora he vuelto a sentir la tentación de hacerlo para aclarar las cosas, como dices. Y ya no es aquel título, el título de ahora sería: No os molestéis, conozco la salida. Y voy a decir quién creo yo que he sido, porque llevo tanto tiempo escuchando opiniones que igual hasta yo mismo estoy equivocado.