Ángel María de Lera, 40 años de olvido
Este verano se han cumplido cuarenta años de la muerte del novelista, ensayista y defensor de los escritores, Ángel María de Lera, autor multipremiado en los años 70 y 80 y actualmente relegado al olvido.
Texto: Alfonso de la Hoz González
Este verano se han cumplido cuarenta años del fallecimiento de Ángel María de Lera (Baides, Guadalajara 1912- Madrid, 1984). Novelista y ensayista muy conocido y reconocido en los años 70 y primeros 80 (le recuerdo en un cameo interpretándose a sí mismo en la serie de Televisión Española “Anillos de Oro”); el prematuro olvido de su figura nos vuelve a recordar lo efímero de las glorias literarias.
Apenas quedan hoy un par de premios literarios con su nombre, algunos nombres de calles y plazas en diversos lugares de España y la Asociación Colegial de Escritores que fundó y presidió.
La vida de Ángel María de Lera, tiene mucho de novelesca. Hijo de un médico rural, vivió en distintas localidades durante su infancia y adolescencia e ingresó en el seminario de Vitoria, que abandonó tras una crisis de fe. Posteriormente, se trasladó a Andalucía, donde estudió Derecho por libre en Granada. Afiliado al partido Sindicalista de Ángel Pestaña, la guerra civil le sorprendió en La Línea de la Concepción, desde donde pasó a la España republicana a través de Gibraltar, tal y como narró en su novela Las últimas banderas (Premio Planeta, 1967), utilizando a su trasunto, el maestro de escuela Federico Olivares.
Durante la guerra fue comisario del ejército republicano y al terminar la contienda, se le condenó a muerte, siéndole finalmente conmutada la pena capital. En 1947, salió definitivamente de la cárcel y trabajó como barrendero, agente de seguros, albañil y contable de una fábrica de licores. Todo este periodo que arranca al final de la guerra civil lo reflejó en su tetralogía “Los años de la ira” que, además de la ya citada y exitosa “Las últimas banderas”, comprende las novelas: Los que perdimos, La noche sin riberas y Oscuro amanecer, siempre de la mano de su alter ego, Federico Olivares.
En su trabajo como contable alcanzó cierta estabilidad y empezó a colaborar con la prensa, principalmente en el diario ABC. En 1957 publicó su primera novela: Los olvidados. De este modo, se inició en el llamado realismo social, dando siempre el papel protagonista a los desarraigados y a los infortunados; en definitiva, a los perdedores. Un año más tarde se consagró como novelista con Los clarines del miedo (finalista del Premio Nadal), un fresco narrativo sobre los temores de los maletillas y los toreros de pueblo, que fue llevada al cine.
Otras novelas que también conocieron versiones cinematográficas fueron La Boda (1959) y Bochorno (1960), dirigidas respectivamente por Lucas Demare y Juan de Orduña.
Durante los años 60 continuó reflejando el mundo de los humillados y ofendidos con obras como Trampa (1962), sobre la homosexualidad y Hemos perdido el sol (1964) y Con la maleta al hombro (1965) sobre los emigrantes españoles en Alemania. Con Tierra para morir (1965) regresa al tema de la emigración, pero enfocado desde el lugar de partida, cuya paulatina agonía describe con magistral pericia.
En 1973 obtuvo los Premios Fastenrath y Ateneo de Sevilla por su novela Se vende un hombre.
A finales de los 70, Ángel María de Lera abandonó las historias de la posguerra y dio un giro a su narrativa con El hombre que volvió del paraíso (1979) con algunas pinceladas alegóricas, a la que seguirían dos novelas de actualidad: Secuestro en Puerta de Hierro (1982) y Con ellos llegó la paz (1984), publicada en el año de su fallecimiento y que nos muestra a un autor en plena forma, capaz de mantener el nervio narrativo hasta el final.
En Secuestro en Puerta de Hierro, abordó el siempre difícil y espinoso asunto del terrorismo, mientras que en Con ellos llegó la paz, nos sitúa en un pueblo imaginario andaluz durante la transición, Romeral del Río, en el que la marquesa Doña Anuncia, personaje digno de la literatura de José Luis de Vilallonga, dispone de una serie de prerrogativas, amenazadas por los nuevos tiempos. La situación en Romeral se verá afectada por la crisis de los euromisiles, a la que el autor acude con recurrencia a lo largo del libro, desembocando en un final onírico y sorprendente.
A lo largo de su dilatada trayectoria, también cultivó el ensayo. Con Mi viaje alrededor de la locura (1972) ofreció sus impresiones tras realizar una serie de reportajes en diecinueve hospitales psiquiátricos de la geografía nacional. En 1978, publicó una biografía del que fuera su mentor político: Ángel Pestaña. Biografía de un anarquista. Finalmente, en 1981 apareció La masonería que vuelve (1978), un asunto prácticamente tabú en aquellas fechas.
Los libros de Ángel María de Lera se encuentran hoy descatalogados, aunque es fácil encontrarlos en las librerías de viejo y en las múltiples páginas web dedicadas a la venta de volúmenes.
Considerado uno de los precursores de los derechos de autor en España, resulta paradójico su olvido, tratándose de uno de los escritores de raza que nos brindó el pasado siglo XX.