Ana que fue pop
Ana que fue pop
Rafa Luján
AdN
432 páginas | 18,95 €.
Uri, un fotógrafo de bodas, gana un premio de fotografía con el retrato de Rosa, una enigmática mujer que lleva décadas escondida en un paisaje olvidado de la costa de Murcia. Cuando la imagen se vuelve viral, Rosa aparece ahogada. Uri sospecha que esta muerte no ha sido un accidente y que podría haber sido provocada por su foto. Movido por un sentimiento de culpa, decide investigar el pasado de Rosa para averiguar de qué se escondía. Treinta años antes, en 1989, Ana sueña con ser actriz y tiene una vida feliz hasta que se ve envuelta en un terrible crimen. Un vecino ha sido asesinado y solo ella sabe que el culpable es su propio marido. Cuando el horror se instala en su matrimonio, Ana tendrá que escoger entre seguir soportando la violencia o escapar. Pero, antes de hacerlo, se le presenta la oportunidad de cumplir su sueño: actuar en el videoclip de un famoso grupo británico. Ahora, treinta años más tarde, el videoclip se ha convertido en un icono pop de los 90. Y todo indica que aquella
grabación está relacionada con la muerte de Rosa. Por tanto, Uri tendrá que averiguar qué pasó durante el rodaje para descubrir quién la ha matado.
Esta es, muy resumida, la trama que sustenta la primera novela de Rafa Luján, guionista durante más de veinte años que nos regala un relato en primer lugar muy bien tramado, con una capacidad notoria para situarnos en saltos de treinta años, de 1989 a 2019, con unos personajes, todos ellos, reales. Es decir, que nos los creemos, que son más que verosímiles, podemos habernos cruzado con ellos en un montón de situaciones.
Me parece que el mayor mérito de esta buena novela es precisamente ese: los personajes. La trama no podía fallar, yo la daba como buena de antemano, estamos en manos de un experto guionista, y eso lo domina a la perfección. Esos saltos en el tiempo en los que ni te das cuenta, esa capacidad para mostrarnos las medias verdades… Es cierto que había que demostrarlo con la escritura de la novela, pero digamos que era terreno confortable. Pere Sureda